El inocente hijo de Doña Adelaida descubre nuestros secretos II
Fecha: 03/11/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: Hansolcer, Fuente: SexoSinTabues
Mi verga entro como Juan por su casa en aquel culo hambriento de polla, despacio aunque resuelto a abrirse paso hasta llegar al fondo de quién delante mío dejó escapar aquel bufido de satisfacción. Agarrado a sus caderas se la enterré toda, el gozo que me hacía sentir era indescriptible. Mis 17 centímetros parecían estar hechos para darle placer. Su culo era tan rico que por un momento me arrepentí de haberlo privado de verga todos estos meses. ¿Cuánto hacia que no lo cogía? Talvez un año, quizás dos. No estaba seguro, lo que si recordaba, era que años atrás cuando apenas empezábamos nuestros juegos de sexo entre hermanos, él había estado ahí junto a Beatriz y Lily afanoso dándome placer. En nuestra antigua casa habían sido muchas las veces que habíamos compartido sexo, él junto a mis hermanas me la chupaban mientras yo lujurioso elevaba los ojos al cielo para luego regalarles sendos chorros de semen que los tres saboreaban como buenos chupa vergas. Mi hermano era parte de nuestros inicios sexuales, había disfrutado dando y recibiendo polla. Dos años menor que Beatriz, le había roto el culito cuando apenas tendría 12 o 13. Él también había hecho lo suyo con mis hermanas, era mi cómplice de mil cogidas, pero hoy lo tenía hasta el tope con 17 centímetros adentro suyo. Estábamos en el baño que papá había construido en el patio, desnudos los dos. No sabíamos cómo había empezado todo, pero ahí estaba haciéndome sentir el semental de aquella vecindad donde ahora vivíamos. Era ...
... media mañana y a no ser por Doña Petra, la vecina que había pasado frente al baño minutos antes, podíamos pensar que teníamos el tiempo y espacio para nosotros solos. ¿Habrá sospechado la incestuosa señora que tras aquellos plásticos y palos del improvisado baño un hermano tenía a otro hasta los huevos de enculado? Seguro que no. Tan solo me había visto a mi de los hombros hacia arriba, mi hermano a cuatro oculto a sus ojos, eso sí con un buen pedazo de carne en sus entrañas. Yo había tenido la listeza de tomar un caso con agua y echarlo sobre mi cabeza como si tan solo fuera un chico bañándome. Algo que debió creer aunque por un segundo la vi detenerse, talvez al igual que yo pensara que las condiciones estaban dadas para tener sexo. Porque a ella le gustaba la verga, la había visto follar con su hijo tan solo unos días atrás y por la forma como me veía después de aquello Doña Petra al parecer sospechaba que era yo quien oculto había presenciado su secreto de familia. Agarrado al barril mi hermano me gozaba como un poseso, yo detrás culeándolo. Afianzado de sus caderas una y otro vez lo penetraba, era excitante ver cómo mi pene salía para luego desaparecer entre sus nalgas. Aquel culito era una máquina de dar placer, caliente por dentro, suave, esponjoso. Una delicia que me hacía querer gozarlo para siempre, él parecía un enajenado pujando a cada embestida. - La tienes más grande – le escuche decir al tiempo que gimió tras recibir una de mis embestidas con mayor fuerza. Lo había ...