1. ¿Fue sólo un sueño?


    Fecha: 03/06/2025, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: erotic_teller, Fuente: CuentoRelatos

    Se sentía distinta a las demás chicas de su edad. No le gustaba hablar de los típicos temas de los que hablaban sus compañeras de clase: de moda y modelitos; de la música latina y el reggaetón, que tanto odiaba; no quería saber nada de los cotilleos de los famosos, ni de la vida de los cantantes; huía de los postureos y los selfies; y, por supuesto, no opinaba de chicos ni de las supuestas aventuras sexuales en las que las demás decían que habían participado.
    
    De esto último no podía opinar ni alardear, más que nada porque nunca había tenido ningún tipo de relación con un chico. Hasta ese momento no había sentido la necesidad de experimentar el sexo con ninguno, ni hacer esas mamadas de las que hablaban las otras, ni dejarse hacer sexo oral ni, mucho menos, llegar a follar. Claro que se masturbaba, aunque no hacía demasiado que había empezado a hacerlo. Pero el hacerse dedos lo utilizaba como un medio para relajarse ante situaciones estresantes, como en la época de exámenes. En esos momentos, cuando sus dedos tocaban su clítoris, notaba principalmente mucha tranquilidad; se quedaba un buen rato acariciándolo al tiempo que sus manos pasaban por sus tetas y se detenían en los pezones. Le gustaba pellizcarlos y notar cómo se endurecían al contacto de las yemas, y eso sí que le proporcionaba un placer que se extendía al interior de su vagina, que reaccionaba humedeciéndose poco a poco.
    
    A Nerea le gustaba sentir esa sensación de humedad dentro de ella, y aprovechaba el ...
    ... flujo que salía hasta la entrada de su vulva para mojarse los dedos y seguir acariciando y frotando su clítoris. Con una mano en su coño y otra en sus pezones, solía alcanzar un intenso orgasmo, que le hacía temblar su vientre, sus piernas, y que le proporcionaba un tranquilo sueño.
    
    Le gustaba eso, pero no abusaba de ello. Disfrutaba de esas masturbaciones, pero se conformaba con hacérselas a sí misma. No necesitaba a ningún tío para sentir placer. Además, veía a los chicos de su clase como unos completos inmaduros. Más que terminando la Secundaria, parecían niños en la guardería; siempre gritando, haciendo el tonto en clase, hablando sólo de fútbol, haciendo chistes de no demasiado buen gusto… Pero esas actitudes, que a Nerea le parecían horrorosas, eran las que gustaban al resto de sus compañeras, que reían las supuestas gracias de los tíos como si fueran idiotas.
    
    Por todo ello, Nerea era la rara de la clase, la que no se integraba, la que quedaba al margen de las reuniones de grupo, la que no participaba en las actividades. Era la rara porque no seguía a los demás, porque no se dejaba llevar por modas ni por opiniones. Y, por ser la rara, estaba sola.
    
    Ella sabía que, incluso, había profesores que la criticaban por eso. Llevaba sólo dos años en ese colegio, pero los tutores de los cursos anteriores ya le habían dicho que tenía que intentar cambiar; que tenía que “socializarse” y colaborar con sus compañeros.
    
    Aun así, a Nerea todo eso parecía no importarle. Estaba ...
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