Diana y la tentación
Fecha: 18/06/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: clitoris power, Fuente: CuentoRelatos
21 añitos se repetía Diana para sí misma, auto censurándose, cada vez que se sorprendía pensando en el nuevo vecino que se había instalado en el tercer piso, justo arriba del suyo. Ella tenía 41, dos hijas, un marido y un trabajo a media jornada que le dejaba demasiado tiempo libre para pensar en la pícara sonrisa que le había dedicado el nuevo vecino el mismo día en el que estaba haciendo la mudanza, aun no sabía ni su nombre y ya había follado con él en mil y una situaciones inverosímiles, por supuesto todas ellas en su imaginación. Diana tenía mucha imaginación. Una de ellas había sido en una habitación esférica y blanca en completa ingravidez, otra en la orilla de una playa caribeña bañados por el Sol y por las suaves olas, que en su mente se movían a cámara lenta y su favorita, se lo montaban en su propia cama con su marido mirando, sentado en la silla donde habitualmente deja él la ropa antes de acostarse.
No se sentía para nada culpable, por qué iba a hacerlo? Ella la única dueña y señora de su imaginación y además no pasaba nada y aunque pasara, acaso no llevaban meses sin hacerlo ella y su marido? Acaso no le advirtió ella a él cuando se conocieron que la fidelidad no era su fuerte? Él sabía eso y más cosas, él sabía de sobra la necesidad de cariño y de sentirse deseada de ella y aun así no hacía nada al respecto. Eso la legitimaba para hacer e imaginar lo que le diera la gana, faltaría más.
Tal vez debería ser el nuevo vecino quien se sintiera culpable porque ...
... parecía haber adivinado a la perfección la situación sentimental de Diana con solo un vistazo a ella y su marido en el ascensor. Él ya estaba dentro cuando entraron en el ascensor y aprovechó para decir que era el nuevo vecino del tercero, pero no dijo su nombre. Toni, su marido, apenas levanto la mirada un segundo de su teléfono para asentir y decir con desgana un escueto “ah, qué bien…”A Diana le avergonzó un poco el descortés desinterés que había mostrado su marido y le dedicó una mirada que él no aprecio, pero su nuevo vecino sí a juzgar por su expresión, parecía hasta divertirse con la indiferencia que le había tratado su vecino y la incomodidad de su vecina. Entonces ella le miró como queriendo disculparse en nombre de su marido, él nuevo inquilino la miró de arriba abajo descaradamente como quien admira a una obra de arte en un museo, con media sonrisa asomando por la comisura de su boca, por cierto qué boca tenía, labios bien formados, enmarcados por una sombra de barba de dos días y dientes blancos y perfectos. La mirada de él la cogió desprevenida, había reconocido el deseo en sus ojos y eso la había trastornado más de lo que le gustaba admitir. Cuando se dio cuenta ella también le estaba mirando fijamente con la boca entreabierta, la cerró de golpe y las puertas del ascensor se abrieron.
Esa fue su primera toma de contacto, pero aun no sabía nada de él, joder era tan joven, que se sentía un poco pedófila. Seguro estaba más cerca de la edad de su hija de 14 que ...