La empleada con moño
Fecha: 02/07/2025,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: elzorro, Fuente: CuentoRelatos
El despacho del señor Luis era tradicional. Una imponente mesa de gruesa madera negra, una silla de escritorio acolchada del mismo color y una estantería con libros.
Raquel, una empleada que se había incorporado a la compañía hace un mes, permanecía de pie sujetando una carpeta. Pantalones y chaqueta grises de vestir, zapatos de tacón. Frente amplia, ojos verdes, gafas y el pelo recogido en un moño.
La empleada estaba nerviosa, las mariposas revoloteaban en su tripita y apretaba la carpeta con fuerza contra su generoso pecho. En su cabeza se agolpaban todas esas historias que había oído sobre su jefe. Decían que "se calzaba" a su secretaria con frecuencia y que estaba obsesionado con el culo de ambos sexos. Su compañera Lucía, le comentó haber visto como le daba un azote a Paco.
- Raquel, Raquel... veo que no has hecho bien tu trabajo.
La aludida no respondió. Estaba allí para recibir una reprimenda, quizás incluso para ser despedida. Eso último no entraba en sus planes. Necesitaba el trabajo, quería el trabajo, el trabajo estaba incluso por encima de su dignidad. Este último pensamiento la asustaba y excitaba a un tiempo. Se dijo para si misma que si se llegaba a ese punto, sería ella quien pondría condiciones.
- ¿Qué vamos a hacer contigo? - continuó su jefe mirándola directamente a los ojos.
Raquel bajo la mirada un instante y luego levantando la cabeza y tragando saliva tomo la palabra por primera vez.
- Necesito el trabajo. Puede hacer conmigo lo ...
... que quiera.
Luis miró a su empleada de arriba a abajo con deseo. "¿Podría tocarle las tetas y sobarle el culo?". Algo le decía que ella estaba deseando todo aquello. Había tenido a otras y otros en aquella posición. Algunos habían rehusado la propuesta y él lo había respetado. Es verdad que entre sus fantasías se había colado la idea de forzar a alguien, hacerlo contra su voluntad. Pero su estilo no era aquel, cada cual podía elegir, el solo preguntaba, hacía proposiciones. Si alguien las catalogaba de indecentes, ese no era su problema. Por ejemplo, su secretaria. Se lo había propuesto y ella había aceptado. Todos los martes lo hacían. Ella venía con falda y sin bragas a la cita y se inclinaba sobre el escritorio. Él se acercaba, levantaba la falda y contemplaba durante unos segundos el trasero de su subordinada. Luego se bajaba los pantalones, se sacaba el pene erecto y la tomaba por detrás. Ambos jadeaban mientras los huevos chocaban contra las nalgas desnudas.
El tema con los hombres era distinto. No deseaba mantener relaciones sexuales con ellos, sin embargo, no renunciaba a verles el culo, a humillarles. Hace dos semanas Jorge había aceptado y se había bajado los pantalones en ese mismo despacho dejando a la vista un trasero con algo de vello. Luis se había quitado el cinturón y había azotado las posaderas de su empleado. Era delicioso ver como se contraían justo antes de recibir cada golpe. Jorge tenía el rostro tan colorado como el culo al acabar y su pene se ...