1. AMA DE CASA


    Fecha: 06/11/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    AMA DE LLAVES Carmen, la empleada de mi hogar, me hizo sentir por primera vez lo que era ser hombre cuando todavía era un niño. Tenía entonces doce años cuando se aprovechó que no estaba mi familia en casa para tener relaciones sexuales conmigo… Yo de hecho ya no era un tan inocente como pretendía demostrarlo a mi familia, había visto películas eróticas y, producto ello, salpicaba en mi cuerpo enardecidas ganas de sexo. No lo comenté a nadie, claro está, pero mi curiosidad por materializar dichos deseos era enorme. Del otro lado estaba Carmen, mi empleada, que había llegado aproximadamente cuando tenía nueve años y luego de haberse ganado la confianza de mis padres pasó a ser como parte de nuestra familia. Ella era muy bonita, tenía unas dos largas trenzas que los últimos días me excitaban en demasía, también una viva faz sonrojada en todo momento, unos pezones que se notaban grandes cuando se agachaba, y finalmente un hermoso culito, curveado por sus dos anchas caderas y agradables para cualquiera masturbación precoz. Siempre desde la ventana de mi cuarto la aguardaba con atención, esperando el momento en que ella se agachara a recoger cualquier objeto y poder notar, así, ese semejante culito que día a día cambiaba progresivamente a más bonito. Fue un domingo lo recuerdo con toda claridad que mis padres y mis tíos decidieron ir de paseo a la playa de Huanchaco. Yo desanimado, les dije que no iría con ellos, a pesar que me encantaba la idea de la playa, puesto que me traía ...
    ... algo ocultado tras mi manga. Sabía muy bien que Carmen, todos los domingos aprovechaba para bañarse a la vista de la naturaleza sin paredes ni duchas que pudieran encerrar ese riquísimo cuerpo. Y efectivamente, así fue, mis padres salieron de la casa y yo me encerré en mi cuarto, junto a la ventana que daba al patio. Aguardé casi dos horas con presurosa ansiedad, angustiado por lo que iba a presenciar, cuando repentinamente Carmen apareció con dos tinas llenas de agua. La vi cargándolas hacia el centro del patio de mi casa, sonriendo alegremente. Tenía todavía la ropa puesta cuando de pronto, dejando en su lugar el jabón y el champú, se comenzó a desnudar. Inició quitándose lentamente su blusita rosada, desabrochándose con parsimonia cada uno de los botones pequeños y ello me excitaba; luego prosiguió con su sostén blanco, se lo quitó rápidamente sin timidez alguna, percibí sus tetas, no esperaba menos, estaba como los imaginaba, grandes, redondas, erguidas, tumultuosas. Siguió después con su emocionante faldita negra. Se lo quito sacudiendo sus tambaleantes caderas de un lado para el otro hasta que quedara a la altura de sus pies. Y finalmente su inquieto calzoncito blanco, que al parecer quería daño y dolor. Ahí estaba, calatita a cinco metros míos, y yo, al borde de la eyaculación. Tuvo que pasar tres minutos para que ella se volteara a recoger el jabón y yo aprovechara a ver su inmenso culo calatito, eyaculé. ¡Que excitante, nunca había visto algo semejante! Esa rayita en ...
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