Happy
Fecha: 21/07/2025,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
Me chupó las tetas. Se detenía en los pezones y les daba lametones y suaves mordisquitos. Ah, me excitaba tanto. Decidí comerme su polla. Así que, ahí mismo, en el sofá, donde él me había desabotonado y quitado la camisa, hice yo también lo mismo, solo que con sus pantalones. Apareció ante mis ojos un miembro duro y erecto que me pareció muy en su punto; incliné mi torso y me lo metí en la boca.
Fue todo un placer para mí tener su polla entre mis labios, junto a mi lengua, qué hambre. El sabor de macho en mi paladar no me resultaba extraño pues había saboreado muchas de aquellas, aunque cada una tenía su distinto regustillo. La suavidad del glande me encantaba y no cesaba de dar lengüetazos sobre este. Oí que mi amante respiraba más y más fuerte cada vez: señal de que estaba a punto de correrse. Entonces aceleré el ritmo de mis cabeceos hasta que le escuché rugir de placer y sentí la explosión de semen entre mis dientes. Ah, qué bien. Mi coño se había humedecido tanto mientras hacía la mamada que, cuando me subí en su regazo, me corrí en breves instantes, en no más de diez sentadillas, aprovechando aún la dureza de la polla.
«¿Quieres que repitamos otro día?», me preguntó mi amante; «Bueno, puede ser…, en fin, puede que otro día…», respondí evasivamente; «No te veo muy convencida, la verdad…, no te quiero forzar, ya sabes, cuando quieras me llamas y vengo»; «Vale, está bien…, llamo… si eso». Acompañé a mi amante hasta la puerta y me despedí de él. «Ni siquiera me has ...
... invitado a una cena, cómo te voy a llamar», pienso. «Adiós»; «Adiós».
Lorena cierra por dentro la puerta de su casa y se sienta en el sofá que tiene en el saloncito. Mira hacia abajo y ve semioculta por su bata la canal de sus bonitas tetas; ve sus rodillas, pantorrillas y pies. Se le va el pensamiento y rememora aquella vez que Julio… «Ay, se me olvidaba; me tengo que acostar pronto, Julio vendrá temprano para desayunar», se dice a sí misma en alta voz.
«Buenos días, Lorena», saludó Julio nada más abrirle la puerta; «Hola, Julio», respondí yo somnolienta. Julio entró directo a mi cocina, donde ya se podía oler el alimenticio olor a café y tostadas. Julio se sentó en un taburete frente a la encimera mientras yo servía los cafés, y el pan acompañado de tarrinas monodosis de mantequilla y mermelada. «Buf, qué cansado estoy…, toda la noche de pie», soltó Julio; «Es lo que tiene el gremio de la seguridad», apunté; «En cuanto te deje, me voy a mi casa a acostarme, por cierto, ¿para qué querías verme?»; «Es por un pelmazo que no deja de molestarme, por si lo podías alejar de mí»; «Eso está hecho, Lorena, enséñame su foto».
Saqué el móvil del bolsillo de mi bata y se la mostré a Julio. Contar con un amigo como Julio, dada mi azarosa vida romántica, es todo un seguro de vida: una se siente protegida. Los poderosos brazos de Julio y su alta estatura conseguían que se me respetara. «Ay, Lorena, cuándo sentarás cabeza», exclamó Julio, «anda, tápate, que se te ve una teta». Miré ...