La señora Eva
Fecha: 26/08/2025,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: jovende35, Fuente: CuentoRelatos
La señora Eva es una mujer que roza los 68 años, es morena clara y alta, de pelo blanco con rastros de tinte. Tiene unas cejas delgadas pero marcadas y unos labios gruesos. Sus arrugas y kilos de más, los lleva con dignidad, sus lentes siempre le acompañan. Siempre que la veo me saluda con una emoción atípica, lo puedo intuir. A pesar de no conocernos, ni entablar diálogo alguno, la veo seguido por las tiendas de la colonia donde vivo, es muy común que me regale su sonrisa y nerviosismo, pero también me regala los buenos días o las buenas tardes.
En cierta ocasión me la encontré en la fila de las tortillas, me tocó formarme detrás de ella. En aquella ocasión la señora Eva llevaba una bata, un atuendo clásico de señora de su edad en un lunes por la mañana, sin embargo, su cuerpo llamaba poderosamente mi atención, de pronto, mi mente reconocia en ella cierto atractivo a pesar de sus años, a pesar de sus arrugas y kilos de más. Me quedé admirado por un momento mientras la barrīa con la mirada, en eso, me percaté de que la Señora Eva contemplaba con disimulo mi acto, y con una sonrisa pícara, se despedia de mi vista, y le decia gracias a la encargada de las tortillas.
La señora Eva es casada, tiene hijos grandes, casados todos, y los dos más chicos son casi de mi edad: 35 años. Su esposo es siete años mayor que ella, es un señor pensionado del gobierno, físicamente es calvo y con una enorme barriga, y en su mirada se retrata el correr de los años.
Es altamente probable ...
... que yo me encuentre a la Señora Eva en algun mandado, a veces la veo por las tiendas de mi barrio, por las bodegas o los negocios de comida e incluso afuera de su casa. Siempre me regala esa sonrisa que yo percibo distinta, y asiente con su cabeza mientras me da los buenos días o las buenas tardes. Hace dos semanas, iba caminando rumbo al trabajo, y ella barría su banqueta, de pronto sentí su mirada, esa vez noté un aire distinto en su sonrisa y saludo, su mirada era insistente y parecia darme entender que quería sacarme plática, y no me equivoqué, surgió entre los dos un diálogo:
Señora Eva: Hola, muy buenos días, ¿ya se va al trabajo?
Yo: Hola Señora, muy buenos días, ¡si!, vamos un rato a echarle ganas.
Señora Eva: ¡Que bueno!, le deseo que todo salga muy bien, aprovechando su amabilidad, me podría un favor, necesito mover una enorme maceta de mi patio, y no hay nadie ahorita en mi casa para ayudarme, es que esta muy pesada.
Yo: ¡Claro que si Señora, con gusto!
Fue entonces que la Señora Eva me abrió las puertas de su casa, y juntos arribamos a su patio, donde me dispuse a mover una maceta enorme de barro con adornos en forma de aro, en ese lapso, sentí que la señora Eva me lanzaba algunas indirectas:
Señora Eva: Que bueno que lo vi, me urgía mover esta maceta para unos cambios que ando haciendo en mi patio, y usted llegó a salvarme, le agradezco mucho. Y es que mi esposo se va desde temprano y regresa hasta tarde pues le anda ayudando a mi hija mayor a ...