1. Nochevieja


    Fecha: 28/08/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Dado que estamos en una día señalado, quería rememorar este mismo día de hace ya bastantes años. Mi marido y yo decidimos esa vez celebrar la Nochevieja de forma un poco más íntima a como veníamos haciéndolo habitualmente, así que contratamos la fiesta en un hotel en la ciudad de Gandía. El paquete incluía la noche, la celebración de las uvas con baile, el resopón y por supuesto, el desayuno del día siguiente.
    
    Fuimos puntuales, como no podía ser de otro modo. Buscamos nuestra mesa y vimos que no estaban asignadas por parejas, o por grupos, sino que nos distribuían en mesas redondas de diez comensales hasta completarlas, y no es que el hecho de estar con más gente me incomodara, sino que me había formado otra idea de lo que iba a ser la velada. Una vez allí nos presentamos y de inmediato se generó un buen rollito en el grupo que contribuyó a modificar de forma positiva mis expectativas.
    
    Mi marido acaparó la atención, —como suele ser habitual en las reuniones— por su carácter extrovertido y porque es una persona influyente, y por tanto, suele causar cierta admiración, cosa que a mí no me importa, todo lo contrario. Él salva vidas y yo bien orgullosa que estoy de que sea así. Por mi parte, no es que no me interesaran sus historias, sino que yo tenía las mías propias, o lo que es lo mismo, mi tema de conversación se centraba en la pareja que tenía a mi derecha, y fue con ellos con los que más empaticé. Hablamos de trabajo, pero también de otros temas que teníamos en común, ...
    ... de ahí que se estableciera cierto magnetismo, sobre todo entre él y yo. Un poco más tarde, la mujer encontró otro tema de conversación que le pareció más interesante con la pareja contigua, de tal modo que, por un cauce natural, cada cual halló su diálogo con la persona (o pareja) con la que en ese momento se encontraba más a gusto.
    
    Más o menos, todos rondábamos la misma edad, excepto mi marido que era un poco mayor.
    
    Unos minutos antes de las uvas se presentó la orquesta para dar las campanadas y amenizar ese instante, y después de los besos, las felicitaciones y los abrazos, se abrió la veda y la gente se soltó la melena.
    
    A mí en ese momento no me apetecía bailar porque me encontraba cómoda con la conversación que mantenía con mi contertulio, aun así, y muy a mi pesar, tampoco procedía que nos quedásemos en la mesa de cháchara, y por ende, no hubo más remedio que unirnos al baile con el resto del grupo.
    
    Minutos después, al ritmo de una música pegadiza y que acompañaba para lo que era la noche, entre empellones por un lado y codazos por por el otro, empecé a pasármelo bien. Bailamos todos con todos, haciendo uso de todo un repertorio de las sandeces que cada cual era capaz de aportar, y por ello, solamente faltaba otorgarle el premio al más tontainas. El “Baila morena”, “Cuéntame, como te ha ido…” y gilipolleces por el estilo invitaban a eso, a hacer payasadas, pero en medio de un bailoteo anacrónico sonó “La Lambada”. Fue casualidad (o no) el hecho de que en ese ...
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