Probando frutas maduras y ajenas (1)
Fecha: 30/08/2025,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Ber, Fuente: CuentoRelatos
... Chela la primera pieza y más tarde otras más. En las últimas, cuando ya estaba muy bebida a todos se nos resbalaba dándonos varios repegones con sus tetas y sus piernas para calar el temple del pene que ella nos producía. Una de esas últimas veces, descaradamente me apretó la verga y me dijo en voz baja “Este nene la tiene muy buena…”, seguramente más de uno se dio cuenta de su maniobra y de mi gesto de sorpresa.
Con quien mejor me acoplé para bailar fue con la señora Carmen. Confieso que emanaba un olor seductor, más allá de la delicada fragancia de su perfume y se complementaba con lo coqueto de su mirada y su sonrisa. Me contó que tenía dos hijos y que su marido trabajaba en otra oficina gubernamental, pero que tomaba mucho y los asuntos matrimoniales iban en franco declive por el vicio de su esposo; que, en lugar de besos y caricias, todo se había transformado en rechazo y malos modos. “¿También en la cama?”, pregunté. Su cara se entristeció y confesó “Me toma pocas veces y lo hace cuando viene caliente, seguramente porque las putas de la cantina sólo lo encendieron”, después de enjugar una lágrima que se le había salido remató con “Me hacen falta las caricias que me daba cuando aún no tomaba”. Yo miraba con deleite el movimiento de las ondas en su pecho y ella se dio cuenta, procediendo a ajustarse el escote para mostrar menos. “Con razón, no quieres compartir la belleza que tienes”. Volteó a ver mi cara con una gran sonrisa y, moviendo los hombros, bajó el escote ...
... del vestido para preguntarme “¿Así está bien?”. “¡Así estás hermosa!, dije y la estreché fuerte, oprimiendo mi pecho con el suyo y poniendo nuestros pubis en contacto. Volvió a sonreír y recargó su cabeza en mi hombro, aprovechando la suavidad de la melodía. “Debes darte otras oportunidades de disfrutar de hacer el amor”, señalé pensando en ser yo el agraciado. Ella se sonrió y asintió con la cabeza.
Con mi jefa bailé, señalando sus encantos y recitándole al oído nuevos versos que, extasiada, escuchaba y apretaba mi mano aprobando mis palabras. Casi al final de la reunión, cuando todos andaban en pláticas de borrachos, me dijo “Acompáñame a la cocina” y jalándome me llevó hacia allá. En el camino colocó mi mano en su pecho. Entramos, cerró la puerta y encendió la luz. Me abrazó después de colocar mis palmas en sendas tetas y me dio un beso. Nuestras lenguas se trenzaron. En ese momento noté que en el segundo piso se apagó la luz de una ventana y se movió la cortina de esa habitación.
“Parece que nos están viendo”, le dije tratando de separarme, pero ella me abrazó más fuerte volviéndome a besar, además de bajar su mano para acariciar mi gran erección. Yo me dejé hacer, pero también me atreví a meter mi mano bajo su brasier. Con poco trabajo saqué un pezón y lo lamí, de inmediato éste se puso rugoso y firme. “Que mi marido vea que yo también puedo ponerle cuernos”, dijo y apagó la luz. “Con eso tiene, por ahora…” balbuceó como si se tratara de una promesa y me llevó a la ...