La Cantina
Fecha: 09/11/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... acuerdo a la política de la empresa, ningún empleado podía salir del ámbito laboral mientras no se terminara completamente el trabajo.
Volteó mi patrona a verme con aquellos ojos maravillosos que ahora se veían angustiados.
- ¿Y ahora que hacemos?
Me preguntó con una voz que casi se le quebraba a punto de histeria. ¡Que curioso Pensé! Ahora si me pregunta, cuando que siempre se limita a ordenarme. Tenía yo ganas de decirle ¿Hacemos Kemo Saby? Que quiere decir en nuestra tierra "Ésa es tu bronca y me tiene sin cuidado". Pero desde luego que no podría hacerlo jamás, por mas de una razón (Que es mujer, que es hermosa, que estaba angustiada, que es la que me paga, etcétera).
- ¿Qué quiere que hagamos? Fue lo que contesté
- ¡Quédate conmigo, te daré lo que tú quieras!
- ¿Lo que yo quiera?
Esto lo dije sonriendo, quizá medio pensando en alguna tarde libre, o una botellita de regalo para alguno de mis amigos. Les juro que mi contestación fue automática, simple, inocente, lógica, sin el mas leve intento de chantaje o abuso de mi parte, pero aparentemente no sonó así como lo expresé, porque de repente vi que le cambió nuevamente el brillo de sus ojos y me dijo con cierta picardía.
- ¿Qué es lo que quieres?
Al decir esto cruzó la pierna (Ella estaba sentada) y su diminuto pié asomó por debajo de su falda.
Todavía no logro explicarme que pasó, no sé si fue por la hora desacostumbrada, las ganas de irme a mi casa, el Destino, la Divina Providencia, ...
... Satanás, en fin, lo que a ustedes se les ocurra, el caso es que ante ésa visión pensé como me gustaría chupar los dedos de su hermoso pié y lo dije en voz alta sin darme apenas cuenta.
- Me gustaría besarle los...
Me detuve en plena consciencia repentina de mi atrevimiento y sintiendo que el mundo se me venía encima, me le quedé viendo aterrorizado.
Nuevamente mal interpretó mis pensamientos y soberbia, como siempre, sabiéndose dueña absoluta de la situación, se paró y se acercó hacia mí, natural, con andar felino, como una gata hacia el ratón que no se atreve a moverse. Y entonces mi mundo cambió para siempre, mi posición en el bar, mi respeto medroso hacia mis patrones, mi conocimiento de la vida y de las mujeres.
Sucedió lo que ni siquiera me había yo atrevido a soñar. Ella se bajó la blusa mostrándome la gloria de sus pechos, blancos, enardecidos, desafiantes, con los pezones endurecidos apuntando hacia mí.
- ¿Es esto lo que quieres besar?
Afortunadamente no me atreví a contestarle, pues soy tan buey que le hubiera dicho que no, que eran los pies, solo atiné a agachar la cabeza y quedarme viendo el suelo (Les digo que soy buey). Pensaba que si me acercaba a besárselos me iba a dar una cachetada, insultándome, corriéndome del trabajo, diciéndole al marido para que éste a su vez me fuera a dar una paliza, etcétera.
Ella me señaló una silla cercana y me indicó que me sentara y me quitara la camisa, así lo hice y continuó la gloria. Se sentó en mis piernas ...