La reeducación de Atrana (27)
Fecha: 09/11/2018,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
Amalia estalló en ira al enterarse de que Lucía había puesto a Areana al borde de ser expulsada de la escuela.
-Acá se hace exactamente lo que yo ordeno y esta pendeja desubicada se excedió. Voy a ponerla en caja inmediatamente. –se dijo y la llamó al celular:
-Me enteré de lo que hiciste, pelotuda.
-Ah, hola… hola, señora… ¿Qué… qué hice de malo?...
-¡¿Y todavía te hacés la burra?! –se indignó Amalia. -¡Casi la hacés expulsar de la escuela a Areana!
-Pero…
-¡PERO NADA! –bramó el Ama. -¡TE VENÍS PARA ACÁ INMEDIATAMENTE!
-Está bien, señora… -aceptó Lucía temblando de miedo ante lo que presagiaba el tono de Amalia.
Media hora después comparecía ante ella en el living del departamento, donde también estaban Milena y Marisa.
-Señora, yo… yo… -balbuceó atemorizada.
-Callate, pendeja de mierda. –la cortó el Ama y se dirigió a sus asistentes:
-Chicas, vamos. –y entonces Milena y Marisa tomaron de los brazos a Lucía, que temblaba, y la condujeron a la Sala de Juegos precedidas por Amalia. Al entrar en el recinto, la pobre se puso a patalear y sus ruegos se hicieron gritos mientras trataba inútilmente de liberarse de esos brazos que la sujetaban con firmeza.
-Dejá de alborotar, pendeja, o va a ser peor. –le advirtió Amalia, que inmediatamente ordenó a sus asistentes que la desnudaran, ante lo cual la resistencia de la chica se intensificó. Debieron entonces aplicarle algunos puñetazos en el estómago para, por fin, doblegarla.
-A la cruz. ...
... –indicó el Ama y sus asistentes arrastraron a la llorosa Lucía hacia la cruz de San Andrés, donde la sujetaron de espaldas a ellas por muñecas, tobillos y cintura.
-No, señora… por favor, no… Perdón, perdón le pido… -decía la adolescente entre lloriqueos que, por cierto, no conmovían ni al Ama ni a sus asistentes.
-Vos, Marisa, tapale los ojos. -ordenó Amalia y la asistente lo hizo con un antifaz ciego. El miedo creció en Lucía al sentirse cegada, más indefensa aún. Era visible el temblor que la sacudía y que excitaba el lado sádico de Amalia y sus dos asistentes.
-Vos, Milena, agarrá una vara. –Y Milena casi corrió para descolgar de la pared una de ellas y volver a ubicarse prestamente a espaldas de Lucía.
-Vos, Marisa, una paleta, elegila bien gruesa.
-Sí, señora. –dijo la asistente torciendo su boca en algo parecido a una sonrisa. Tomó entonces de uno de los estantes una paleta con un largo de treinta centímetros, sin contar el mango, un ancho de trece y un grosor de un centímetro y medio. Marisa la sopesó dándose un leve golpecito en la palma de su mano izquierda y sonrió perversamente satisfecha al imaginar el daño que el instrumento causaría en tan hermoso culito.
Volvió a su puesto, tras la adolescente sujeta a la cruz de San Andrés, y fue entonces que Amalia llamó a ella y a Milena con un gesto de su mano derecha. Esto les dijo en voz baja cuando ambas se le acercaron:
-Presten atención. Voy a dirigir la paliza. Miren mi brazo derecho, lo voy a alzar y ...