La partida de lamedores (II)
Fecha: 15/11/2018,
Categorías:
Gays
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... le desabotonaba la camisa, le apretaba los senos, se los lamía, le clavaba los dientes entre exclamaciones obscenas sobre su dulzura y su firmeza. El cuarto pugnaba por introducirle la polla entre los labios secos, vírgenes, horrorizados.
-"Esta monada aún es virgen" Se escupió las manos como único lubricante posible y se restregó el pene con la saliva. "Te va a gustar estrenarte conmigo. ¿No querrás que todos nos follemos a una misma doncellita? Adentro, adentro". Y a cada exclamación seguía un embate cada vez más violento. Ya estaba, hasta el escroto, dentro de ella, que ya no sabía resistir. ¿Qué había ya que resistir?
El tercer hombre había dejado libres los dulcísimos senos de Elena para permitir al que la penetraba- dentro, fuera, dentro, fuera-,que se los succionara y se los mordiera con rabia; y se había situado a la espalda de la chica.
-"Aún es virgen por este otro agujero"
Iban a travesarla también el culo. ¿Le estaba sucediendo a ella? ¿De verdad cuatro locos furiosos estaban usando su cuerpo como el de una muñeca hinchable, como si no tuviera voz, mirada, sentimientos? ¿Era cierto que alguien utilizaba uno de sus pies para masturbarse, que otro le estaba masticando casi los deditos, que sus tetitas ardían de los dientes que le estaba hincando un hombre que le ...
... desgarraba la vagina con sus embestidas? ¿Podía estar sucediendo que unas manos torpísimas, temblorosas le estuvieran separando los glúteos para meterle por el culo un falo durísimo y ya goteante, que ya estuviera medio penetrada por detrás, por un tipejo asqueroso, sin rostro, todo babas? Entonces ¿dónde estaba el dolor? ¿O el dolor era eso que le impedía sentir otra cosa, era ese fuego, era esa náusea que le venía directa desde el estómago? Su primer violador no notó las arcadas previas hasta que recibió el vómito en pleno rostro.
-"Maldita puta, bajarla, al suelo con ella, quiero correrme en su boca desagradecida"
Sobre la hierba de nuevo, boca arriba, la lengua entumecida, libre ya del calcetín que la asfixiaba. Ya nadie horadaba los senderos lacerados de su cuerpo, no más manotazos, no más mordiscos, no más cosquillas espantosas en las plantas tiernísmas de sus doloridos pies. Ahora un chorro cálido en su vientre, otro entre sus deditos, y dos amargas fuentes sobre sus labios y en su paladar, viscosas, nauseabundas. Se atragantaba con el miembro que le metió su peor verdugo hasta la campanilla. Jadeos, exclamaciones, gritos de satisfacción, risas nerviosas, histéricas, carreras, todo a lo lejos ya, perdiéndose en lo más negro de la noche más negra que nunca habría de vivir.