Enculada en la playa - Relatos Eróticos

Enculada en la playa

Entonces los vi. Los tres chicos caminaban juntos, entre risas, sorteando a los bañistas que pululaban por la orilla, con los pies chapoteando en el agua. Los seguí con la mirada hasta que los perdí de vista. Pero no me importó, porque sabía bien a donde se dirigían, como cada día.

Me levanté de la hamaca y estiré el cuerpo, blando y amodorrado por la pereza y el baño de sol. Aunque éste comenzaba a declinar por el avance de la tarde, aún calentaba con fuerza. Bajé hasta la orilla, me sumergí en el mar, disfrutando el frescor del agua salada y nadé en paralelo a la playa, hasta alcanzar el extremo del arenal que desembocaba en una pequeña cala rodeada de rocas. Su escasa accesibilidad - solo se podía llegar a ella por mar o escalando la muralla de piedras - facilitaba que casi siempre estuviera vacía. Allí localicé a los tres chicos. Braceé hasta la orilla y emergí del mar despacio, sabiendo que los chicos observaban mi cuerpo atlético empapado de agua.

Se encontraban sentados sobre la arena, masturbándose mutuamente. Cada uno de ellos tenía la mano metida dentro del bañador del otro. A la izquierda estaba el moreno, algo rechoncho sin llegar a ser gordo. En medio, el rubio, atlético y atractivo. Y a la derecha el pelirrojo, pecoso y flaco. Ninguno había cumplido aún los dieciocho, y eran bastante guapos : piel tersa y suave, carne joven y jugosa.

Caminé y me planté ante ellos, de manera quedó a la altura de sus ojos el bulto de mi paquete, marcado por la tensa ...

... tela de la ajustada braga náutica roja; y que dibujaba sus formas de manera obscena a causa de la humedad. Sentí como lo devoraban con miradas cargadas de libido. Nos estuvimos observando sin hablar unos instantes, durante los cuales ellos no dejaron de pajearse con mayor pasión, pues contaban con un objeto en el que fijar su excitación.

- "Quieren verme la polla ?", les pregunté, manteniendo mi postura erguida, en jarras y con las piernas abiertas.

No contestaron, pero el significado del morboso brillo en sus miradas fue más que evidente.

- "Quién me la saca ?", pregunté, adelantando las caderas para que mi paquete se marcara más, como ilustración del reto.

Tomó la iniciativa el rubio, confirmando lo que ya había deducido : que ejercía de líder de la pequeña manada. Estiró su mano libre - con la otra seguía masturbando a su amigo moreno -, agarró la goma del bañador y estiró hacia abajo, despacio, como si desenvolviera un regalo. Desveló primero el triángulo de rizado y oscuro vello y liberó a continuación mi polla, flácida pero ya algo morcillona, que saltó del interior de la tela acompañada de mis huevos peludos.

- "Les gusta.. verdad ?", les pregunté.

Los tres asintieron, observando con voracidad mis genitales y cascándose con ansia sus propias vergas. La tela de sus trajes de baño se había deslizado con los movimientos de sus manos y pude, yo también, admirar sus miembros. Aunque duros y erectos - y enrojecidos por la masturbación - aún se mostraban algo ...