Los calzoncillos de mi compañero de piso
Fecha: 25/11/2018,
Categorías:
Gays
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... enjabonó, luego echó gel en la esponja y me la pasó por el pecho y los sobacos quitándome el olor a vómito que tenía encima. Estuvo muy tierno cuando con discreción me pasó apenas la esponja sobre el culo, sin meterla por la raja, a mí no me importaba nada.
- LA POLLA TE LA LAVAS TÚ, TÍO. NO PIENSO TOCÁRTELA...
Al ver que yo no me movía se limitó a echarme agua por encima de los huevos y cerró el grifo. Después trajo toallas y me secó como a un niño pequeño, todo el cuerpo. Era muy dulce sentirse arropado así, a pesar de que él estaba un poco incómodo. Me secó el pelo y bajó por todo mi pecho y espalda, ahora sí que me metió la toalla por el culo y con suavidad me palpó las pelotas y el pene secándome los pelos negros que rodean mi miembro. Me dejó sentado en el water y se secó él. Luego me llevó a la cama y como yo llevaba un brazo por encima de su cuello, lo besé en la mejilla para agradecerle. Como estaba aún borracho creo que lo mojé con saliva, a lo que él se secó con una mano.
- QUITA MARICÓN Y DUÉRMETE DE UNA PUTA VEZ!
Me arropó con las mantas y se fue a su habitación.
Al día siguiente nos reímos mucho con la anécdota.
La cuestión es que nos hicimos bastante amigos. Cenábamos en calzoncillos con mucha confianza y si uno se estaba duchando y el otro tenía que entrar a mear no había problemas. Era una amistad muy masculina, sin exceso de intimidad. No hablábamos de nuestras cosas, ni de nuestras novias. Pero había confianza y nos tirábamos muchos pedos ...
... juntos, empujándonos y llamándonos CABRÓN el uno al otro entre risas.
La verdad es que no follábamos mucho con las chicas al principio y cuando volvíamos de una cita, traíamos los cojones cargados y nos pajeábamos cada uno en su habitación con la puerta abierta. Había ese tipo de intimidad. Yo estaba leyendo en la cama y lo oía entrar, desnudarse y meterse en la cama. Después de unos minutos en el silencio de la noche su cama empezaba a moverse inconfundiblemente a ritmo de masturbación. Entonces yo apagaba la luz y me la meneaba sin importarme que él me oyera. Los dos sabíamos que nos la estábamos tocando y era agradable sentir que no estabas solo. Nunca hablamos de esto, era una costumbre tácita.
Nos arrastrábamos mutuamente a cascárnosla. Si era yo el que llegaba cuando él ya estaba acostado leyendo y debía decirle algún recado para mañana, no se cortaba ni un pelo y yo veía por el rabillo del ojo su mano subir y bajar lentamente por la polla, debajo de la sábana. Seguíamos hablando de lo que fuera, mirándonos a los ojos, pero yo me sobaba el paquete con total descaro y me provocaba una erección bien visible. Después nos despedíamos y yo me metía en mi cuarto dejando ambas puertas abiertas para oírnos mientras nos hacíamos unas buenas pajas.
Como a ninguno de los dos nos sobra el dinero, tenemos la costumbre de compartir la ropa ya que usamos la misma talla. Así nos prestamos vaqueros nuevos y camisetas, haciéndonos la ilusión de que tenemos el doble en nuestros ...