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    Fecha: 26/11/2018, Categorías: Transexuales Autor: Lobo Feroz, Fuente: CuentoRelatos

    ... fue la primera respuesta de Elina a una penetración forzada, hice la pausa mientras prometía esperarla que se relaje.
    
    - Sí, eso quiero, pero… me cuesta. La tienes bien gorda, la falta de uso y un poco de temor hacen el resto.
    
    - Tranqui, espero que te acostumbres…
    
    Moviéndome solo lo mínimo para poder contener mi ansiedad, momento interminable, ardiendo en deseos de atravesarla y enterrarme en su ano. Sin esperar el consentimiento comencé a moverme, despacio, los gemidos tímidos se hacían sentir como un rumor lejano, en la medida que fui tomando el dominio de la situación y la penetración comenzó a tener rítmico vaivén, los gemidos fueron tomando textura y volumen.
    
    La calentura colma mis sentidos, las prevenciones se disuelven en la fragua de la excitación del macho poderoso que atraviesa el pasaje más ardiente.
    
    Los dichos más obscenos y palabras soeces propias de esos momentos donde la libido y los frenos éticos pierden sentido, era el momento propicio del hombre haciendo gala de todo su poder de macho toma posesión de su hembra, ejerce todo el poder salvaje de la calentura y desmesura.
    
    Las nalgadas formaron parte del amplio espectro y variedad de movimientos, entrar y salir, moverme con fuerza inusitada, volver a nalguear mientras la tomo de los cabellos para domarla. Entendió el mensaje y la provocación, respondió moviéndose, intentando salirse de la monta, apreté mis rodillas sobre la cabalgadura, besé en el cuello y hasta mordí en la nuca cual padrillo ...
    ... que está sirviendo a su yegua.
    
    - Sí, sí, quiero así, muerde, muerde. Soy tu yegua, rebelde. Atrévete a domarme!!!
    
    Entiende el juego, vociferando obscenidades, provocando que la penetración sea más enérgica, más salvaje, más profunda.
    
    Disfrutamos este juego de animales en celo, dominados por las emociones vamos llegando al momento donde el jinete lleva a su cabalgadura hasta el borde mismo del abismo. Mi mano se juntó con las de Elina para acosar al clítoris, hurgar entre los labios vaginales hasta estallar en un sonoro y contundente gemido que preanuncia la inminencia del orgasmo. Fue el momento elegido para penetrarla con más intensidad, hundirme dentro del ano y venirme en un gemido ahogado venido desde el más allá de los sentidos.
    
    Enterrado en su culito, fuertemente apretado contra su cuerpo, moviendo mínimamente las caderas para terminar de lanzar el resto de la eyaculación.
    
    Luego… el silencio, los cuerpos sudados, el corazón latiendo a mil, la respiración entrecortada, tendido sobre su espalda reposa el cuerpo del guerrero inerte y vacío luego de descargar toda su energía masculina dentro de esta increíble hembra.
    
    - No te salgas, por favor no te salgas, quédate hasta que pierda un poco de erección, si no me vas a hacer doler, más de lo que ya me hiciste.
    
    Esos momentos son los que la hembra necesita el consuelo de su hombre, sus caricias para suavizar la molestia física y sedar las emociones.
    
    Desmontado esperé su regreso, el rostro desencajado, ojos ...
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