1. Mi historia con Abril I


    Fecha: 01/12/2018, Categorías: Fetichismo Autor: joshsanz, Fuente: RelatosEróticos

    ... tenía unas pequeñas costras dentro, de esas que se forman cuando el pie suda y se ha usado la prenda por varios días. Deprendían un olor penetrante, pero no desagradable, he de aclarar; una fina mezcla entre el sudor de su pie, el nylon y el olor del calzado. ¡Era el paraíso, pero faltaba más! Acerqué la parte que rozaba la entrepierna y un aroma de hembra, un poco, solo un poco, más fuerte al de las bragas fucsia inundó mis sentidos. Pero no era suficiente.
    
    No perdí la esperanza, continué buscando, deseando encontrar una tanga o algo más que pudiese satisfacerme. Fue casi al fondo del cesto, un grupo de pantaletas rezagadas yacía con evidentes signos de uso. Desdoblé la negra y mis ojos casi botan de sus órbitas. Estaba totalmente manchada, se notaba que había usado esa por varios días, quizás había hecho algo de ejercicio con ella, estaba llena de flujo seco. Inmediatamente la llevé a mi rostro y finalmente pude saborear el olor más íntimo e intenso de aquella muchachita rubia. Una intensa mezcla entre sudor íntimo, perfume y un toque de orina, quedó grabada dentro de mi nariz. Pasé la lengua por el flujo y este se humedeció, recobrando en parcialidad su consistencia tan peculiar. El sabor era exquisito –mataría o moriría por probarlo directo de la fuente-.
    
    Lo mismo con las demás prendas, estaban tan sucias y usadas que tuve que masturbarme ahí mismo, dejando mi semen en una de ellas, la de color ...
    ... negra.
    
    ¡Vaya que había conocido un lado de Abril que no conocía! ¿Quien hubiese imaginado que detrás de ese rostro tan lindo e impecable estuviese la culpable de tan intenso aroma…?
    
    Una vez satisfecho me apresuré a arreglar la lavadora y habiendo terminado disfruté de sus bragas una vez más. Estuve tentado a llevarme conmigo una de ellas a casa, como souvenir, pero no quería que Abril lo notase y ello arruinara esa nueva confianza entre nosotros, así que dejé todo como había encontrado y salí del lugar, claro, no sin antes despegar cuidadosamente esos bellos púbicos de la braga fucsia; serían mi tesoro.
    
    Camino a mi departamento se me ocurrió la idea de hacer copias de sus llaves, para así poder entrar cuando yo lo quisiera, mientras ella estuviese fuera. Así lo hice, busqué un cerrajero y ahora poseo las llaves de su intimidad.
    
    Cuando volvió en la noche tocó a mi puerta, buscaba sus llaves. Al mirarla a la cara vinieron a mi memoria sus más finos olores y tuve que contener mi erección. Le acompañé a su departamento para mostrarle cómo había quedado la lavadora y nada más entrar al sanitario se sonrojó.
    
    -¡Ay, me dejé el cesto de la ropa sucia aquí, qué vergüenza…!- exclamó ruborizada.
    
    La tranquilicé y respondí que no había supuesto problema alguno, que ni siquiera lo había notado mientras trabajaba. Se lo creyó.
    
    Así comenzaron mis aventuras; si les interesa, puedo contar más. Gracias por leer. 
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