Una experiencia muy caliente - Relatos Eróticos

Una experiencia muy caliente

Era un sábado por la mañana, estaba aburrida acostada en mi cama cuando escuché mi teléfono vibrar. Mi grupo de amigos de la universidad estaba planeando hacer un viaje hacia un pueblito para realizar un proyecto sobre arquitectura y trabajo social, por lo que me dijeron que hoy podríamos hacer el viaje si es que todos estaban de acuerdo. No dude y les dije que sí, que lo hiciéramos ese día. 

Después de dos horas ya estábamos embarcados en el auto de Camilo, rumbo a un pueblito cerca de la zona Sierra del país. Íbamos cinco, dos chicas y tres hombres. Todo el viaje lo pasamos riendo y contando anécdotas de las épocas de colegio. Al llegar al recinto de Chordeleg nos instalamos en una casita rústica, pero con un amplio terreno de cacao, plátano, verduras y vegetales. Era una finca enorme, propiedad de la tía de Roberto, uno de mis amigos. 

La señora Inés, muy amable, nos brindó comida y nos enseñó nuestras habitaciones. Eran dos recamaras, en una dormiríamos las chicas y en el otro los chicos. Inés también nos contaba como consiguió la finca y nos mencionó que su hijo mayor se encontraba en la zona ganadera, que estaba más abajo en ese mismo terreno. Allí tenían cabezas de toro, vacas, caballos y cabritos. 

Después de comer, todos decidimos bajar al pueblo y hacer nuestras anotaciones y tomas de medidas. Al terminar, Regina, mi compañera, me dijo que quería conocer al hijo de doña Inés (era una chica muy coqueta) y que si podía acompañarla. Accedí y nos dirigimos a ...

... la zona del ganado. Una vez allí no fue difícil encontrar al muchacho. Estaba montado sobre un semental negro con manchas blancas. El chico era realmente muy guapo, de contextura atlética, alto, robusto, tes morena y de facciones orientales. Mi amiga también era guapa, de cabello rubio y largo, delgada, pequeña, tes blanca y con caderas anchas. Fue un flechazo entre ambos. Se pusieron a conversar y Lucio nos enseñó todo lo que sabía de los animales de la finca. Yo comencé a sentirme como la violinista por lo que me separé un poco hacia la zona de caballeriza. 

Allí conté 6 caballos y 2 yeguas. Pero el que llamó mi atención fue un caballo de paso color rojizo. Afuera había un letrero con el nombre de cada uno. Garañón, ese era el nombre de ese caballo. A lo lejos vi a los chicos que seguían conversando. Yo decidí acercarme a Garañón. El potro me miraba finjamente mientras movía su cabeza hacia arriba y abajo, como si me dijera que estaba bien acercarme. Su cabeza sobresalía del corralito donde estaba, por lo que al llegar le susurré con cariño palabras dulces y al colocar mi mano frente a su hocico este la olfateo antes de sobarse con ella. Le rasqué su cabecita y acerqué mi frente. Era un caballo muy dulce. 

"Hey! Ten cuidado. Aún no está del todo domado. Podría morderte" avisó Lucio, quien se acercaba con mi amiga subida atrás de su yegua. "Aunque es raro que se deje acariciar" 

"Es que Natalie tiene un don con los animales. Siempre le he dicho que tuvo que estudiar ...