1. EL REGRESO


    Fecha: 09/08/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: SexoSinTabues

    ... bien cumplidos, contestó que cómo no, pues ese era su sitio natural, junto a ella en el lecho conyugal. Y ya no se habló más del tema, quedando el matrimonio en su dormitorio y los dos “chicos”, Sergio y Claudia, en sus respectivas habitaciones de siempre. Aunque con una salvedad: Que al pequeño Sergio se le metió entre ceja y ceja dormir junto a su tío, cosa que anhelante esperó el “tío” que la madre, Claudia, concediera y a lo que al fin ella consintió, pero con la apostilla de que sólo por esa noche, y como muy especialísima concesión. Así que esa noche la pasaron juntos “tío” y “sobrino”, con el adulto abrazado al pequeño, para mayor goce de éste. De modo que el “tío”, con aquello de tener a su “sobrino” entre sus brazos, acariciándole los cabellos y besando sus sonrosadas mejillas, estaba que no sabía si eso era real o era una ilusión de su mente de “tío”. Y así, aquella noche Sergio “tío” durmió con una placidez como años hacía que no conocía. Pero para Claudia la noche fue, en parte, de insomnio. Un maremágnum de sentimientos y sensaciones se entremezclaban en su mente. Revivió aquellas ensoñaciones que enseñorearon su sueño desde los veintiún años más o menos y que tantas noches se repitieron, en las que se veía a sí misma tendida en su cama, desnuda, y unas manos y labios masculinos que recorrían ese su cuerpo desnudo, acariciándolo hasta llevarla al paroxismo del deseo sexual. Ella deseaba ese cuerpo masculino del que sólo podía apreciar las manos y los labios y ...
    ... llamaba al hombre desconocido: “Ven amor mío; tómame, hazme tuya pues te quiero y te deseo. Ámame, cariño mío, como yo te amo a ti” Y en su sueño en verdad ella amaba a ese ser sin cuerpo ni rostro. Pero luego, en su ensoñación, el secreto de aquel ser fue desvelándose al hacerse patente el cuerpo de ese ser masculino que ella en sueños adoraba. Hasta que el secreto quedó totalmente desvelado cuando el rostro de aquel maravilloso ser tomó forma definida en el rostro de su hermano Sergio. De inmediato su mente rechazó lo que esas imágenes decían. Era monstruoso tan sólo considerarlo; obsceno, antinatural lo que sugerían. Pero resultó que, al parecer, aquello no era sino el grito desesperado de su subconsciente en querencia de que su consciente aceptara la realidad que negaba haciéndola falsamente inexistente. La contienda entre consciente y subconsciente acabó del lado de éste cuando Claudia fue plenamente consciente de que amaba locamente a su hermano, con ese amor que hace que un ser humano distinga a otro de entre todos los demás para constituirle en el eterno compañero-compañera de su vida. Pero ser consciente de tal realidad no significaba que su mente la asumiera; antes bien, la rechazaba con todas sus fuerzas, pues ella se sentía sucia al ansiar más que desear entregarse, cual mujer que era al hombre que, en definitiva, también su hermano era. Eso la desquiciaba, la atormentaba, al considerarse cuando menos, una enferma y si la apuraban una degenerada. Así que recordó ese ...
«12...678...18»