1. Masturbación de madre a hija.


    Fecha: 25/12/2018, Categorías: Incesto Autor: LadyClarisa, Fuente: SexoSinTabues

    ... sentirse… bien. Es como lo que tú estabas haciendo en el baño. No deberías, porque eres una niña, pero ya que lo probaste, será mejor que te enseñe como se hace ¿Vale? —Sí. Le mostré a Laura el procedimiento y ella lo imitó perfectamente. Primero, mojó sus dedos con mucha saliva. Luego le indiqué que mantuviera su vagina abierta con una mano, mientras que con la otra, se frotara el clítoris con pequeños movimientos circulares. Rio al sentir el placer. O al menos, eso creo. Sus dedos mojados empezaron a presionar más. Curiosa, como la niña que era, cerró los ojos y se acomodó más sobre los cojines de plumas. Separó más sus piernas hasta que pude ver la entrada del pequeño orificio anal. Una diminuta entrada rosada y estrecha. Tragué saliva. Laura lanzó lo que podría interpretarse como un gemido. Yo, sonriendo, me quité la blusa y el brasier. Me incliné sobre ella y le sostuve las rodillas porque, dado que su coño estaba dominando, comenzó a querer cerrar sus piernas. Con mis manos agarrándola, Laura se acarició, aunque seguía haciéndolo torpemente. —Déjame ayudarte un poco—. He de decir que había algo de lujuria en mis intenciones—. Sostente así de abierta. Ella asintió, tocándose las rodillas para mantener su sexo separado. Tragué saliva otra vez y me acosté entre sus muslos carnosos. Su vagina estaba tan limpia que incluso me dio un poco de envidia verla así. Ni un solo vello púbico o crecimiento anormal le robaba la ternura a aquella piel blanca. El clítoris estaba un poco ...
    ... seco, así que lamí mis dedos y froté el coño de mi propia nena. Estaba hirviendo, más que el mío. No obstante, era tan pequeño que me bastaba un dedo para estimularlo a la perfección. Mi nena se rio al sentir mi toque y lanzó unos cuantos espasmos. Aumenté el ritmo, mirando cómo su interior comenzaba a humedecerse. Así pues, era una reacción fisiológica normal de una vagina que comenzaba a funcionar. Claro que todo dependía del cristal con que se mirara. Y yo, en esos momentos, estaba viendo a Laura como una mujer y no como una niña de una década de edad. Al final, algo ocurrió dentro de mi esporádicamente. —Laura —le dije—. Mamá va a hacerte algo especial. Se llama sexo oral. —¿Oral? —preguntó, acariciándose las mejillas—. —Quítate el resto de la ropa. Ella lo hizo. La piel de su torso era como el alabastro. Muchas niñas a esa edad están tan flacas que se le ven las costillas. Laura, sin embargo, no era así. Ella estaba un poco más llenita, por lo que no era un esqueleto. Bajó la vista y me miró con un cierto sentimiento de coquetería. Sus dientes blancos relumbraban. Así pues, tomé aire, cerré los ojos, y posé mi boca sobre la vagina de mi nena. El sabor era algo más allá de lo esperado. Antes había tenido experiencias con otras mujeres. Sus coños eran rasposos y algo turbios. Pero Laura, Laura era diferente. La piel era tan suave como si fuera una telita aceitosa. Separé sus labios y comencé a darle besos al clítoris al tiempo que presionaba suavemente en su interior hasta ...