La historia de Claudia (5)
Fecha: 26/12/2018,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
... pulgar de la mano izquierda, en actitud apreciativa. De pronto se detuvo detrás de ella y le dijo a Blanca:
-Está muy buena para mi paladar. Me gustaría palparla un poco. ¿Puedo?
Blanca le hizo un gesto afirmativo con la cabeza y Claudia dio un saltito hacia delante al sentir las manos de Inés en sus nalgas.
-No, por favor... –se atrevió a murmurar.
-¡Ahhhh! –exclamó la peluquera. –Es una perra un tanto arisca, por lo que veo.
Entonces Blanca se adelantó furiosa y le dio a Claudia una fuerte cachetada.
-¡¿Cómo te atreviste a moverte, perra insolente?! ¡Andá preparándote para lo que te espera cuando estemos en casa! –la amenazó. -¡Ahora volvé a pararte inmediatamente como estabas y quedate quieta como una estatua! ¡¿Entendido?!
-Sí... sí, señora... –dijo Claudia lloriqueando y volvió a ponerse en posición.
Inés le hizo a Blanca un gesto aprobatorio y apoyó nuevamente sus manos en el culo de la joven, sin que ésta se moviera.
-Muy bien, querida, muy bien. –le dijo la peluquera. –Ahora mamita va a acariciarte y vos no vas a corcovear, ¿cierto?
Claudia permaneció en silencio, resignada al manoseo lésbico que le esperaba.
-¡La señora te hizo una pregunta! –le gritó Blanca.
-No, señora, no me voy a mover... –respondió la joven en un murmullo apenas audible.
-¡No te escuché! ¡Más alto! –y Claudia repitió la frase sintiéndose cada vez más humillada.
Las manos de la peluquera comenzaron a recorrerla, por momentos con suavidad, por momento ...
... crispándose y oprimiendo su carne mórbida, a veces pellizcándola con tanta fuerza que la hacía gemir de dolor.
-Piel muy suave... carne firme... formas perfectas. –dictaminó Inés y cuál no fue su sorpresa cuando al examinarle la concha, que entreabrió con sus dedos, la encontró mojada.
-¡Ay, ay,ay! –exclamó con regocijo provocando la curiosidad de Blanca. -¡Tu perra está en celo, querida, jajajajaja! ¡Su concha es un río de flujo!
Claudia hubiera querido que la tierra la tragara, desaparecer de allí en ese mismo instante. Se estaba mojando, y mucho, en medio de ese tratamiento infamante que las dos mujeres le daban. "Peor todavía. –pensó. –Me estoy mojando justamente por la manera con que me tratan... ¡Dios mío! ¿En qué me estoy convirtiendo?"
Blanca quiso comprobar lo que Inés le había dicho y metió dos dedos en la concha de Claudia, que efectivamente chorreaba.
-Hacé lo que quieras con ella. –le dijo a la peluquera.
-Ahora no, querida. –le contestó Inés sonriendo. –No soy promiscua, ¿sabés? Puedo compartir el vermouth, pero la comida me gusta saborearla en la intimidad.
-Como quieras. –dijo Blanca. –Llamame entonces en cuanto tu marido se vaya de viaje y te la mando.
-¿Vos ya te la cogiste? –quiso saber Inés.
-Todavía no. Me la voy a coger hoy. –le contestó Blanca, y Claudia se estremeció al escucharla.
-Vestite que nos vamos. –le ordenó la señora, y le preguntó a Inés:
-¿Cuánto te debo, querida? ¿pago en la caja?
-No me debés nada, Blanca, ...