El terciopelo y el deseo
Fecha: 08/05/2025,
Categorías:
Gays
Tus Relatos
Autor: kurios, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
El altar iba tomando forma. Mateo había movido los muebles desde temprano, barrió el polvo, y colocó una mesa cubierta con lino blanco en el salón principal de su casa. Se celebraría el cuarto Domingo de Cuaresma, y ese año, él se había ofrecido a albergar el altar en su hogar.
La Hermandad estaba avisada, pero al final, solo llegó Don Elías.
Alto, delgado, de tez morena clara como un café con leche cargado de leche, se presentó con su calma habitual. Llevaba una gorra de visera que apenas dejaba ver su cabello corto y oscuro. Su camisa blanca estaba metida bajo un suéter azul flojo, de esos que caen sin ajustarse al cuerpo, y el pantalón negro holgado parecía más parte de una rutina que de una elección. Subía y bajaba los escalones de la casa sin prisa, como si el tiempo no lo tocara.
Mateo le ofreció un vaso con agua, pero Don Elías solo pidió que le mostrara el terciopelo rojo. Era una tela pesada, con brillo tenue. La sostuvieron entre ambos, sintiendo el peso y la suavidad.
—Hay que colgarla bien arriba, para que no toque el altar —dijo Don Elías.
Mateo trajo la escalera de aluminio. Mientras Don Elías subía lentamente, cargando el terciopelo enrollado en uno de sus brazos, Mateo lo sostuvo por la cintura, firme, como quien cuida algo frágil.
Fue entonces cuando lo notó.
La cremallera del pantalón de Don Elías estaba completamente abierta. Asomaba un bóxer azul intenso, ajustado, ligeramente marcado por la postura. Mateo apartó la vista de ...
... inmediato, pero el golpe de imagen ya se había alojado en su mente. Era absurdo, pero también humano. Tan humano que lo dejó sin aire unos segundos.
Desde abajo, Mateo sostenía la escalera, pero también observaba. Don Elías, con los brazos extendidos sobre su cabeza, dejaba que el suéter azul subiera un poco, dejando ver parte de su espalda curva y la camisa que se tensaba al adherirse al torso. Desde esa posición, él podía ver el comienzo del abdomen, una franja de piel morena clara donde asomaba un camino de vellos que descendía con suavidad hasta perderse bajo el bóxer. Su figura no era musculosa, pero sí alargada y esbelta, firme como una vara de incienso recién encendida.
—¿Está bien ahí arriba don Elias? —preguntó Mateo, tragando saliva.
—Sí... ya casi termino.
Cuando bajó, su rostro estaba levemente sonrojado por el esfuerzo. Mateo, aún sosteniendo la base de la escalera, lo miró fijamente.
—Don Elías... su cremallera.
El hombre bajó la vista con lentitud. Se quedó en silencio unos segundos, como si no supiera si corregirse o no. Luego alzó la mirada y dijo, con una media sonrisa, sin prisa:
—Gracias por avisar.
Pero no la cerró.
Ese instante fue eterno. El terciopelo ondeando tras ellos, la sala en penumbra, la casa en silencio, y los ojos de Don Elías clavados en los de Mateo, bajo un poco y la cremallera quedo justo a la altura de la cara de Mateo, bajo totalmente y dijo, me dio pena tenerla abierta pero creo que ya hay confianza entre nosotros, se ...