1. El terciopelo y el deseo


    Fecha: 08/05/2025, Categorías: Gays Tus Relatos Autor: kurios, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... quedaron viendo fijamente.
    
    Fue entonces que Mateo se acercó y lo besó. Despacio, con la inseguridad de lo prohibido, pero con la firmeza del deseo acumulado.
    
    Y Don Elías no retrocedió.
    El beso duró lo justo para despertar todo lo que se había contenido. Don Elías no dijo nada, pero tampoco se alejó. Sus gafas se habían ladeado un poco, y sus mejillas, antes tranquilas, estaban ahora encendidas.
    
    —¿Está seguro de que no vendrá nadie? —preguntó.
    
    —Nadie respondió en el grupo de whatsapp y aqui en la casa nadie vendrá hasta las 7.
    
    Don Elías bajó la vista, con una lentitud deliberada. Miró su pantalón aún abierto, y sin vergüenza, lo bajó del todo, dejando ver su bóxer azul por completo. La tela estaba tensa, marcando claramente su excitación. El bulto se alzaba firme, contenido apenas por el límite del elástico, con la silueta completamente dibujada y mojada por el precum.  La tela se estiraba, y por un momento, cuando Mateo se agachó para recoger una vela caída, la figura marcada rozó levemente su mejilla. No hubo sobresalto. Solo un silencio denso, lleno de electricidad, como el de una tormenta a punto de romperse.
    
    Mateo alzó la vista con una media sonrisa.  Ya no había disimulo. Era una muestra tácita de lo que venía.
    
    Mateo no se detuvo. Se quitó el suéter que llevaba encima, y la camisa blanca, mojada de sudor, se pegó a su pecho ancho, peludo, firme. Los botones superiores estaban desabrochados, dejando ver parte del vello que nacía en el pecho y bajaba ...
    ... hacia el ombligo. Su pantalón beige, ajustado por la tensión del momento, marcaba unas piernas gruesas y fuertes. Cuando Don Elías lo vio, exhaló un suspiro apenas audible.
    
    —Nunca lo imaginé así —dijo Don Elías, sin saber bien si hablaba del cuerpo o del momento.
    
    Mateo no respondió. Simplemente se acercó y posó las manos sobre el suéter azul de Don Elías, quitándoselo con cuidado. Bajo la tela, su torso delgado era más firme de lo que parecía. Sus costillas apenas se marcaban y la piel era suave, cálida. Mateo lo acarició.
    
    Se fueron desvistiendo sin prisa pero con hambre. Mateo gemía bajo su respiración, sujetando su nuca, tirando de él como si en ese instante no existiera más religión que el cuerpo. Se incorporó con calma, y sin una palabra, retiró su propio suéter. La camisa blanca, húmeda de calor, se adhería a su pecho ancho y peludo, y sus piernas, firmes y cubiertas por el pantalón beige, se tensaban al avanzar. Cada prenda que caía al suelo parecía una confesión. Lo hicieron sobre la alfombra . Primero sentados, luego arrodillados frente al otro. Los dedos se rozaban con reverencia. Las bocas se buscaban con deseo.
    
    La cremallera abierta fue apenas el primer umbral. El resto fue pura entrega.
    
    Don Elías acariciaba a Mateo con manos largas, firmes, seguras. Sus labios descendían por su pecho, deteniéndose apenas para besar los puntos donde el vello se enredaba. Don Elías lo miraba con una mezcla de asombro y adoración contenida, como si estuviera ante algo ...