El terciopelo y el deseo - Relatos Eróticos

El terciopelo y el deseo

... que no merecía, pero que no podía dejar de tocar. Mateo lamio el miembro de don Elias cn deseo, olia delicioso, sus testiculos morenos cubiertos de vellos negros y blancos, don Elias giro y mientras Mateo saboreaba ese hermoso, cabezón y largo miembro, don Elias se disponía a saborear esos gluteos velludos y grandes que albergaban un ano rosado y cerrado. Era la primera vez que don Elias probaba el culo de otro hombre y estaba feliz y emocionado que fuera el de Mateo.
Luego cambiaron papeles, Mateo lamio el ano de don Elias pero este no se sintio comodo, asi que volteo y comenzo a introducirse dentro de ano de Mateo, con ternura y lujuria.
—Esto es una locura —murmuró Don Elías entre jadeos.

—Entonces no se detenga.

La penetración fue lenta, cuidada, sin violencia. Un rito de entrega. Cada movimiento era como una campanada en una misa profana. Mateo arqueaba la espalda, mientras Don Elías empujaba con fuerza creciente, cada vez más profundo, con los ojos entrecerrados, como rezando.

En un momento, ambos perdieron el control del ritmo. Se entregaron al calor, al sudor, al roce constante. La alfombra crujía bajo sus cuerpos. El incienso que Mateo había encendido comenzaba a humear, llenando la casa con aroma de mirra y canela.
Un chorro de leche caliente salio disparado llegando a decorar el rostro lujurioso de don Elias, mientras que el descargaba dentro de Mateo tres chorros de espesa leche.

Cuando acabaron, se quedaron tendidos, jadeando, temblando apenas.

—No sé si esto es un pecado... o un milagro —dijo Don Elías.

—Quizás ambas cosas —respondió Mateo, con una sonrisa agotada.

Se vistieron sin hablar más. El terciopelo seguía ondeando, como si nada hubiera pasado.

Pero ambos sabían que, en esa casa, algo había cambiado para siempre.