1. Por la unión de la familia (3)


    Fecha: 28/12/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... asiento que de poco no acaba en el suelo
    
    ·¡Jobar, Julia! ¡Me has pegado un susto!...
    
    ·Perdona amor, cariño mío; no era esa mi intención. Venía a darte las gracias por el detalle de prepararme el desayuno… ¡Y que a conciencia me lo has preparado! No le falta nada y, además, el detalle de molestarte en que el café, la leche, estuviera caliente. Te lo agradezco mucho, pero mucho, mucho, mi cielo, mi amor… Y, sólo faltó ya, esto, verte estudiando. Me has hecho muy dichosa, muy feliz, cariño… Gracias, mi amor; gracias por todo
    
    ·Mira Julia; para empezar, por lo que dices del desayuno, huelgan esas “gracias” que tanto me reiteras; sencillamente, que lo que en esta vida más deseo es cuidar de ti, ocuparme de ti; vivir por ti y para ti, para hacerte feliz y dichosa; muy, muy feliz, muy, muy dichosa. Y no me entiendas mal, que por donde seguramente, piensas, no van los tiros. Y lo de ponerme a estudiar, y muy, pero que muy en serio, es porque anoche me di cuenta de que tenías más razón que un santo en lo que me decías; entendí, por fin, que siguiendo como iba no llegaría nunca a ningún sitio. Así que, ya ves; todo es más sencillo de lo que dices, que no es para tanto, vamos…
    
    ·Pues yo creo que sí, cariño; lo que acabas de decirme es lo más bonito que en toda mi vida me ha dicho nadie. Y tenías que ser tú, tú precisamente, quien me lo dijera; si antes era feliz, dichosa, ahora lo soy mucho, muchísimo más, tras escuchar esas palabritas tuyas, tan bonitas, que sé las sientes ...
    ... muy, pero que muy de veras
    
    Julia se había llegado hasta él, los dos de pie, uno frente al otro y casi tocándose; en tal momento, ella le echó los brazos al cuello, abrazándole en prieto, prietísimo abrazo, al tiempo que le cubría el rostro de besos y más besos; caricias dulces, tiernas, suaves, en el pelo, la frente, los ojos, las mejillas, una y otra, y otra vez más, para, al final, unir su labios a los de su hijo, en repetidos besos, caricias lo mimo de dulces, tiernas, suaves, que antes; besitos fugaces, de segundos, microsegundo más bien, reiteradamente uno tras otro, casi sin solución de continuidad, hasta que ella cortó tales besos y caricias, apartando de sí al hombre de un suave, pero firme, empellón, mientras riéndose, aunque sin malicia alguna, le decía
    
    ·¡Vade retro, Satanás! ¡Que te conozco, bacalao, aunque vengas “rebozáo”!... Que a ti te dan la mano y te lo tomas todo, todito todo, el cuerpecito serrano de una. ¡¡Ja, ja, ja!!
    
    Y así, riéndose a todo reírse, salió del cuarto de Álvaro, dirigiéndose, ligera, a la cocina, dispuesta a dar buena cuenta del almuerzo que él, solícito, le preparara. Acabó el desayuno y, sin saber qué hacer, se dirigió al salón para sentarse en el ancho sofá, tres plazas que parecían cuatro. Encendió la tele, más por inercia que por gusto, pues ni la miró, de manera que, poco a poco, fue rindiéndose al somnoliento sopor que, dulcemente, empezó a envolverla, con lo que acabó por tenderse en el sofá, quedándose dormida en un pis pas, ...
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