1. Por la unión de la familia (3)


    Fecha: 28/12/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... hasta que Álvaro vino a despertarla
    
    ·Julia, despierta; son ya más de las tres de la tarde y, digo yo, que habrá que comer algo. O, ¿no tienes hambre?
    
    A Julia le costó abrir los ojos casi lo indecible, de dormida que estaba; al fin lo logró, desperezándose sinuosamente, cual perezosa gatita; al fin, ya más despierta, pudo hablar
    
    ·¿Qué decías, Álvaro?... Lo siento, hijo, pero estaba muy, muy dormida, y ni me he dado cuenta de lo que me decías
    
    ·Que son ya más de las tres de la tarde y, creo que debiéramos comer algo. O, ¿no tienes hambre acaso?
    
    ·¡Ya lo creo que tengo! ¡Y, de lobo, además! Pero, ¡Dios!, y qué tarde que se nos ha hecho; aunque, no te preocupe, mi amor, que en un periquete preparo algo; eso sí, ligerito; unos huevo con jamón o un filete con ensalada… Es que, por una parte, es ya muy tarde para hacer nada más en orden, y por otra, la verdad, hijo; cocinar y fregar no me “mola”, pero lo que se dice nada; nada de nada, hijo; qué quieres que te diga…
    
    ·¡De eso nada, Julia! Que no quiero yo que estas manitas, tan bellas, tan bonitas, tan cuidadas, se mancillen guisoteando y tal …
    
    ·¡Dios y qué galante que es mi niño con su mami! Qué gentil, qué atento eres conmigo, mi amor. Me gusta, ¿sabes?, me gusta mucho que seas así conmigo, que me mimes como hoy me estás mimando. Y me digo: ¿Qué hacemos todavía aquí, sin vestirnos para bajar a la calle?
    
    Se quedó mirando a su hijo, todo preparado para bajar, con sudadera y pantalón vaquero, a falta sólo de ...
    ... calzarse y ponerse, por encima, algo de abrigo, añadiendo
    
    ·Bueno; qué hago yo aquí, sin vestirme, que ya veo que tú estás prácticamente listo para bajar.
    
    Con lo que, al momento, se levantó y echó a correr a su cuarto, a arreglarse un poco regresando no tanto después, con un conjunto de blusa camisera, en gris perla, abierta por delante en una hilera de botones de arriba abajo, y pantalón vaquero típico, en ese tono azul, clásico, de toda la vida, pero con, también, un toque de recato muy, pero que muy inusual en ella, pues no sólo se había calzado todo un señor sujetador, que bien que a las claras se notaba, sino que, además, llevaba solamente dos botones desabrochados, los dos de más arriba, en lugar de su más habitual soltarse tres y hasta cuatro ojales, con las “domingas” sueltas, libres de toda continencia sujetadora, bamboleantes, saltarinas, al compás de su firme taconeo, todo ello en verbi-gratia del famoso dicho: “Lo que se han de comer los gusanos, que lo disfruten los humanos”
    
    Cuando Álvaro la vio de tal guisa, cosa absolutamente inesperada para él, se la quedó mirando muy, muy, atentamente, observándola, diríase, que casi con lupa, pues tal voluntad de recato en la mujer que era su madre, le desconcertó, y no poco, amén de que tal insistencia en mirarla, casi analizarla de pies a cabeza, o de la cabeza a los pies, dejó a la mujer bastante insegura, de modo que preguntó
    
    ·¿Qué pasa cariño? ¿No voy bien, no te gusta cómo voy?
    
    ·En absoluto es eso; te veo ...
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