1. No logré que te vinieras


    Fecha: 04/01/2019, Categorías: Gays Autor: cifrada regalo, Fuente: CuentoRelatos

    ... ese tema logró mi amiga tenerme donde ella quería, ansiando que ambos fuéramos algo, pero nunca queriéndolo tanto como para llegar a tomárnoslo en serio. Quizá el calor de la idea, o quizá la ocasión por sí misma me llevó a tomar con mis manos la cintura de mi amiga y acercar mi rostro al suyo. Le robé un beso de la boca, a lo cual ella me correspondió.
    
    Recuerdo la vez en que nos conocimos. Jamás imaginé que llegaría a tanto con ella, siendo los dos de mundos relativamente diferentes. Quiero decir que nuestros gustos e intereses no eran precisamente un punto donde hacer comunión. Hasta ese instante en que nos presentamos en la clase ella me parecía el epítome de la irresponsabilidad, siendo yo la antítesis de dicha personalidad. Pero hallamos la forma de entendernos: ella que me coqueteaba y yo que me hacía el menso; ella que me deleitaba y yo como que la iba queriendo; ella que se divertía y yo que bien la hacía para su divertimento. Ella me alimentaba para verme después como alimento.
    
    A esas alturas de nuestra amistad poco faltaba para llegar a esos juegos de tomarnos de las manos y darnos de besitos, pero que ella tuviera la iniciativa de llevarme hasta su cuarto, sentarme en la mugre de colchón que antes me había descrito y comenzara a desvestirme para después hacerme y deshacerme por antojo y a su antojo, me pareció una de las crueldades más atroces en la vida.
    
    Helado, petrificado, no tenía idea de exactamente cómo debía de reaccionar. Aun aquel día en que al ...
    ... final de mis clases fui a buscarla y al encontrarnos y abrazarnos ella arrimó su abdomen y entrepierna lo más cerca posible de mi miembro, yo supe mantenerme como un témpano glacial. Pero aquella vez en su habitación mi inmovilidad era involuntaria y solo me encontraba a su merced. Retiró incluso el reloj de pulsera que llevaba en la muñeca izquierda, me frotó las tetillas con su lengua, las pelotas y sus pelos con las manos, y de pronto, desprendiéndose apenas por unos centímetros de su tanga y pantalón (los dos al mismo tiempo), se introdujo como quiso lo que quiso de mi hombría, si es que en tales condiciones a eso pudiera llamársele ser hombre.
    
    Me cabalgó sin darme noción alguna de las cosas. Sintiendo en piel directa costras tiesas de un amor que no era nuestro, oliendo, ya no imaginando, la podredumbre de una fiesta en la semana, no pude concentrarme en el placer de sus entrañas, y por tanto no llegué hasta donde siempre a solas sé llegar. Mi amiga, al contrario, tanto hizo con mi cuerpo que se vino sin cesar. Restregó su botoncillo contra mi dedo con cabeza y también contra su cabeza. Hizo que lamiera de su parte por adentro y por afuera, e incluso sentí cómo chorreaba complacida aquella fuente. Me dijo «Cómeme» y no tuve más ocurrencia que obedecer. Ese aroma me inquietaba, pues no sabía si gozarlo o desdeñarlo, y terminé por olvidarlo al escurrir mi comisura.
    
    No deseaba tenerla, pero la tenía. No logré observar que hubiera pelos en su parte. Poco me esforcé para ...
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