No logré que te vinieras
Fecha: 04/01/2019,
Categorías:
Gays
Autor: cifrada regalo, Fuente: CuentoRelatos
... observando a través del vidrio del establecimiento el andar de los peatones, cuando mi amiga atinó a decir «Perdón.» Salí de manera inesperada de mi abstracción, tan solo para contestarle «¿Por qué?» No sabía si estar molesto o si mi actitud hasta ese día era ciertamente exageración, pero tampoco deseaba indagar más allá y era con total honestidad que desconocía porqué ella quería pedirme perdón.
-Es que no logré que te vinieras.
-No era tu obligación.
Volvimos a mantenernos en silencio. Una vez terminamos nuestros cafés, salimos a la calle y caminamos hasta llegar adonde todo aquel desastre había comenzado. Me invitó a pasar, a lo cual no contesté ni sí ni no, pero de igual modo me adentré en su casa mientras ella buscaba el apagador para poder ver el recinto y vernos. Estuve solo durante un par de minutos hasta que ella se aproximó con un plato y en él un emparedado para mí. Aunque ella lo puso en mis manos yo lo coloqué sobre el centro de mesa de la sala y me situé sobre el sillón. No supe cómo, pero sus manos comenzaron a masajear mis hombros y mi cuello, y tuve un arranque de ira involuntaria y grité «¡No me toques!» Nos mirábamos a los ojos y mi respiración estaba incontenible. Me puse de pie y cuando ella volvió a tomarme del hombro derecho volteé para sujetarla de las muñecas y dirigirla hacia el sillón, encimándome hasta besarla muy a la fuerza.
-No. No juegues conmigo.
Entonces ella me dijo que no quería en absoluto hacerme daño, y que soltara sus ...
... manos. Así lo hice, y me situé justo al lado de ella, mientras ella no cesaba de dirigirme su mirada de odio. Transcurrió un par de minutos cuando ella se decidió a entrar en la habitación del colchón y sin que ella lo pensara o lo pidiera la seguí para tumbarla sobre su cama y retirar unos centímetros tanto el pantalón como la tanga que vestía. Ella no se movía y me detuve para pensar en lo que debía de hacer. Luego me coloqué sobre su cuerpo, desajusté mi cinturón, abrí mis pantalones y al evidenciar el miembro que escondía comencé a masturbarme lo más rápido que pude hasta venirme sobre la ropa de mi amiga. No quise ni decirle nada, ni dejarle en claro mi postura, ni tampoco me preocupaba que hubiera ensuciado su blusa. Cuando me levanté de la cama mi amiga se protegía de no derramar por doquier los restos de mi corrida, mientras que yo me dirigía hacia la calle para no girarme incluso por equivocación.
A partir de ese día no volvimos a conversar ni a citarnos en ningún sitio. Como ella no me despreciaba tanto, nunca hizo referencia negativa hacia mí (según mis fuentes más confiables), ni yo la quisiera a tal grado que pudiera rogar su perdón porque "Era mi obligación hacerla venirse". Y como aclaré al inicio de este relato, no es con arrepentimiento como percibo las cosas de aquel tiempo, siendo que ninguno de los dos realmente se creyera demasiado su papel en una relación dizque sadomasoquista que se diluyó en el pensar hacernos cosas el uno a costa del otro, pero sin ...