El obstáculo de la inocencia.
Fecha: 07/01/2019,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
La fluctuación desgastante entre la carga cada vez con mayor peso de aquel incierto erotismo en mi ser, y la lisa y llana inocencia, eran dos corrientes compitiendo entre mis venas. Quizá, por ese entonces, cuando una novedad es recibida con todo su ímpetu y frenesí, la entrega puede ser confusa, atemorizante; cómo si al ganar la distancia deseada, se perdiera la que alguna vez nos mantuvo a raya frente al mundo encendido de la tentación. Tiempo atrás, al tener la edad de trece, era yo aquel ya adolescente que luchaba de continuo con sus emociones y virtudes. Siempre en franca lejanía contra los defectos. No era ciertamente el joven dado a los deportes, pues mi cuerpo siempre ha sido desgarbado y delgado. Pesaba cerca de quince kilos menos que aquellos de mi edad. Además de retraído, mi timidez no podía ser más obvia. Sin embargo, era esa la edad de que mil mariposas revoloteaban en las entrañas, y las mías sentían más fuerza y vigor, cuando observaba a mi tía. Siempre estaba con ella, debido a algunas cuestiones poco interesantes a este relato. Aún recuerdo la primera vez que miré a mi tía con aquella extraña mirada, mezcla de deseo y duda; estaba ella de pie frente al fregadero. Su cuello largo y níveo, bien formado, se hallaba descubierto, pues su cabello holgado en un bien realizado peinado, realzaba su enseñoreada figura. Imponente, debido a su porte, no parecía una simple ama de casa, lavando platos. Un hilo negro rodeaba su cuello, para caer en el frente en un ...
... delantal finamente entallado a su cuerpo, y su vestido blanco y pulcro, contrastaba con el color fuerte, pero demostraba la evolución de la adaptación a sus atuendos. Usaba además, unos guantes largos de hule color azul claro que casi le llegaban al codo. Y sus pies siempre finos y bien formados, calzaban unas zapatillas de tacón de aguja. Era soltera, y aún lo es; lo cual nunca motivó en futuros días a mis celos. Así, mientras limpiaba en el fregadero, y sus guantes se llenaban de blanca espuma y relucían su color con la humedad, no sé por qué, tal vez, debido a que ya experimentaba el deseo punzante en mis miembros pudendos, pero sentí una fuerte erección. Sentado junto a la mesa, observaba el bello talle de mi tía, y mi frente perlaba de sudor. No soportaba mi fuerte deseo, era casi un fuego ardiente por todo mí ser, y ella la pira en la que me abrazaba. Mi tía giró la mirada, y me sonrió, y esa sonrisa, me llevó a una realidad húmeda. Como si adivinase la derrota de mi entrepierna, acarició con unos de sus guantes húmedos una de mis mejillas, siendo eso quizá, aquel inicio de mi fetichismo agudo por tales prendas. Por varios días, la lucha interna superaba los simples motivos de la realidad. Y en esa lucha, era yo un perdedor asiduo, pues la fantasía llena de eróticas imágenes, carcomían mi mente de continuo. Por las noches divagaba entre sueños se sumisión, de perversión pura, y despertaba necesitado de expulsar aquello en el mundo real. Para colmo, mi tía siempre guapa, se ...