1. Historia del chip 020 - Se aprietan las tuercas - Irma 005


    Fecha: 14/01/2019, Categorías: Incesto Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... consecuencias. Y si no era así porque se le pedía mantenerse bien erguida como muestra de amor, era todavía más trascendente. Galatea no era cruel pero tampoco generosa. Estuvo un buen rato.
    
    Luego llegaron los besos ardientes y la pasión desbocada. Las manos de Irma seguían en su lugar y su necesidad de ser acariciada en las orejas, el cuello, los hombros y la parte superior de los pechos era tan vasta que varias veces estuvo a punto de interrumpir el contacto con los labios cálidos de su amante. Mientras la humedad se trasladaba hacia abajo en el caso de Galatea, eso no debía ocurrir en el caso de Irma, que trataba por todos los medios de agradar a su pareja.
    
    Sintió un estremecimiento cuando los dedos acariciaron su cabeza, y empezaron un periplo por las zonas carentes que podían resumirse en toda la parte superior de su cuerpo. Hubiera estado así durante toda la vida incluso cuando los brazos a duras penas podían mantenerse arriba. No era posible que unos simples agujeros en sus orejas tuvieran ese efecto. Una sensualidad así debía estar latente desde hacía tiempo. Admiró la percepción de Galatea.
    
    Cuando su amada detuvo sus caricias e Irma oyó el chasquido supo que debía comprobar cuán húmeda se hallaba su compañera. Se colocó con la cabeza entre los muslos entreabiertos y expectantes, sus orejas rozando las piernas levemente mojadas de sudor. Los pechos presionaban el suelo frío. Fruto de la práctica su lengua se colocó en la parte superior de la vagina ...
    ... tratando de tocar levemente el clítoris sin llegar a conseguirlo. Era el momento de la dulce venganza, tratando de acrecentar el placer de su Galatea que aún sin poder conseguir el orgasmo se cansaría de ser excitada. Ambas mujeres conocían el ritual. Mientras una disfrutaba sin condiciones salvo el orgasmo, la otra presionaba los pechos hacia el suelo y las orejas agujereadas hacia la agradable piel de las piernas que también conocía. La otra diferencia era el dolor que había recobrado su vigor en cuanto las caricias dejaron de ser recibidas. Lo único que llegó a tocar Galatea fue el pelo suelto de Irma, lo que fue insuficiente.
    
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    Sólo pudo verse la cara, -y sobre todo las orejas-, en la joyería. El dolor era mayor. No había sangre. Galatea le dijo que no llegó a haberla en ningún momento. Y que no había riesgo de infección. La dependiente llegó con lo que le habían solicitado. Tres pequeñas cadenas metálicas terminadas en unas campanillas. Doradas y elegantes. Cada campanilla descendía un poco más que la anterior formando una cascada. Pero todo el conjunto era ligero y discreto. Casi no hacían ruido. O eso pensó equivocadamente Irma.
    
    Galatea le rozó los hombros cuando le ajustó los pendientes desde atrás, mientras Irma observaba a través del espejo. El fugaz contacto despertó las ansias mientras acalló el dolor. También provocó que se moviese. Fue entonces cuando oyó el tintineo en los oídos. Era tan sutil que casi creyó que eran imaginaciones suyas. ¿Lo habría oído ...
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