1. Historia del chip 020 - Se aprietan las tuercas - Irma 005


    Fecha: 14/01/2019, Categorías: Incesto Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... su cara. Ella no podía saberlo, pero Lena tenía un tipo parecido, con algo más de pecho.
    
    Siempre desayunaban juntas. Y le contaba problemas sobre los proyectos, presupuestos sobredimensionados o tareas incumplidas. No es que Irma entendiese demasiado lo que le decía, pero tenía la oportunidad de expresarse de manera coloquial y no con la formalidad requerida en otros ámbitos. Cuando Irma tenía algún problema, llegaba hasta el ordenador, ponía las manos en los hombros desnudos de su subalterna y le explicaba como saltar al siguiente paso o retroceder lo andado.
    
    Para Irma esto era un problema que poco a poco había tenido que solventar. Los contactos en las zonas cercanas a los lóbulos eran problemáticos, por no decir insalvables. De forma inmediata se excitaba y ansiaba con todas sus fuerzas besar y acariciar. Cuando se lo explicó a Galatea, ésta se sintió halagada. Y no hizo más que fomentar el hecho, obligándola a llevar siempre tops nada recatados. Irma ya no recordaba cuando había tenido los hombros cubiertos o la parte superior de la espalda tapada. Los talles eran ceñidos o, al menos para Irma, excesivamente ajustados para su cintura regordeta. Galatea le decía que su talle era perfecto aún sin el corsé de castigo, pero el condicionamiento de Irma era parecido al ...
    ... de las anoréxicas, que se veían en el espejo demasiado gordas.
    
    Además de la adaptación a la desnudez superior, a los pendientes en los piercings, a la nueva sensibilidad retomada en los pechos, los pezones, los hombros, la espalda, el cuello y la cabeza, tuvo que amoldarse a los tacones de 12 centímetros, el mínimo exigido en la empresa. Lo de la falda corta no le molestaba. Le encantaba mostrar sus piernas y ya que su vagina quedaba exenta de cualquier evento, al menos tenía sus piernas para compensar. Fue Miss Iron la que le indicó que debía actuar de manera natural en este campo. ¿Qué mujer no se siente satisfecha de lucir unas piernas esbeltas? ¿Qué mujer no desea las miradas entre el hueco de la falda y la separación insuficiente entre los muslos?
    
    Pero Irma debía de tener cuidado, -al contrario que cualquier otra mujer-, en azuzar al lobo que podía surgir desde dentro. Por eso, un atisbo de humedad entre los labios verticales solitarios debía soslayarse llevando la atención a los lóbulos de las orejas o a los pezones primordialmente. Salvo que Irma encontrase otro lugar dónde poder desviar el foco. Unas caricias en su espalda podían ser la solución. Era en el lugar de trabajo dónde se hallaba el problema, allí no podía colocarse en la postura de atención y sumisión. 
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