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Venancio, el viejo tendero
Fecha: 19/01/2019, Categorías: Microrelatos, Autor: danisampedro91, Fuente: CuentoRelatos
El viejo tendero, Venancio, solía parar en el mismo bar que yo paraba desde hacía unos años. Siempre solía estar hasta altas horas de la noche, hacía ya bastantes años que había quedado viudo. Tenía una tienda de ultramarinos en la calle donde yo vivía, la misma además de tienda, era también su vivienda. Siempre que me veía, me saludaba, pues aunque no iba a comprar a su tienda; solamente había ido en contadas ocasiones; él me conocía desde que yo era un niño, y desde que yo había quedado ciego hacía 5 años en aquel accidente que había tenido, siempre que me encontraba, me saludaba y me preguntaba si necesitaba ayuda. Los recuerdos que tenía de él, es de un viejo fortachón, y de más o menos 1,75 metros de estatura, y no muy agraciado en cuanto a belleza; vamos que era de cara fea; al menos esos eran los recuerdos que tenía del viejo tendero. Aquel sábado, como todos los días, se encontraba en el bar que solíamos parar. Yo había llegado a eso de las 11 de la noche con los amigos; veníamos de pasar el día en la playa; allí siempre solíamos hacer la última parada antes de marchar para casa. Pero como al día siguiente era domingo, ese día no teníamos prisa por marchar. A eso de las 12:30 horas de la noche, empezó a sonar el teléfono móvil que me habían regalado en casa; era mi madre que siempre que iba solo, o con los amigos, me llamaba por si necesitaba que me fueran a buscar; contesté a la llamada y después de decirle que estaba bien y que no necesitaba nada, que ...
... se quedara tranquila que seguramente llegaría bastante tarde y que no se preocupara, que estaba acompañado y no necesitaba que me fuesen a buscar. Poco a poco los amigos se fueron marchando, pero yo estaba muy a gusto y no tenía ninguna prisa por marcharme. Les iba diciendo a los amigos que no se preocuparan que no tenía ningún problema por llegar yo solo desde allí a mi casa; además para algo llevaba el bastón blanco. Ya eran las 3 de la madrugada, y el dueño del bar ya estaba esperando para cerrar, además las cervezas que había bebido, empezaban hacer su efecto. En el bar solo quedaba un par de parejas, Venancio el viejo tendero y yo. Así que me dispuse a pagar y coger la pequeña mochila en la que llevaba la toalla de playa, el bañador que estaba mojado, y donde también llevaba el teléfono móvil, la cartera y llaves de casa. El dueño del bar me dijo que si quería lo esperara que el mismo me acompañaba hasta el portal de mi casa; no te preocupes, que se el camino y estoy bien; como quieras me contestó el dueño del bar. Cuando estaba saliendo por la puerta, Venancio, el viejo tendero me agarró por el brazo y me dijo que esperara que él también se iba para casa, y como íbamos en la misma dirección, podríamos ir juntos; así nos haremos compañía mutuamente me dijo mientras salíamos por la puerta. Iba agarrado a su brazo izquierdo con mi mano derecha, mientras en la mano izquierda llevaba el bastón blanco para poder detectar cualquier obstáculo. Íbamos hablando de ...