¡Mi hermana, mi mujer, ufff!
Fecha: 20/01/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... intentando bailar con ella. Ana a su lado sonreía y por primera vez desde lo de la piscina me pareció que me miraba durante un instante a los ojos; en su mirada no había enfado ni malicia, y sí una suave sombra de inquietud.
Las chicas tardaron un cierto tiempo en arreglarse, pero los niños estuvieron listos enseguida. Estaban nerviosos y jugaban entre ellos anticipando la fiesta. Al final la espera mereció la pena. Las dos aparecieron en la planta baja seductoras y bellísimas. Gloria llevaba una minifalda y una blusa escotada roja oscura. Ana unos shorts muy cortos que realzaban sus caderas y una sencilla camiseta de tirantes negra, prendas no especialmente provocativas en otra chica que no tuviera la voluptuosidad genética de mi hermana.
Yo diría que la noche tuvo esencialmente dos partes: al principio fue una feria divertida por lo nostálgico, con olor a aceite, y música bullanguera, con niños que iban de un lado a otro probando atracciones, arrastrándonos a nosotros en su afán impetuoso de disfrutar de cada instante. No sé muy bien cuanto duró, sólo que mi madre dijo, de repente, que le dolía la pierna y que era tarde. Miré el reloj. Era casi la una de la madrugada. Todos estuvimos de acuerdo en que se llevara a los niños a casa. Nosotros nos quedaríamos un rato más, tomaríamos una copa en el bar de la feria y volveríamos para dormir. Tras ver alejarse a mi madre calle abajo con los críos tomé a mi mujer y a mi hermana y nos dirigimos a la barra del bar. Allí es ...
... donde empezó claramente la segunda parte de la noche. Tanto Ana como Gloria estaban alegres, ligeramente bebidas, habían disfrutado cada momento, sobre todo mi hermana, que llevaba muchos años sin apenas salir de casa por las noches. Para ella era reencontrarse con sensaciones que le remitían a instantes de felicidad, de diversión. Me miraba una y otra vez y su cuerpo se rozaba a ratos con el mío para luego despegarse con tanta naturalidad que no podía saber si era algo provocado o no. Deseaba sacarla a bailar y sentir más tiempo junto a mí su cuerpo y su dulzura. Ella parecía desearlo también por las miradas que me lanzaba, y como después de sonreírme sus ojos buscaban la rudimentaria pista de baile. Yo sólo esperaba que la música se hiciera más lenta para pedírselo. Mientras, hablábamos animadamente, Gloria se acordaba de cosas que habíamos olvidado, de instantes de nuestra niñez que, de repente, volvían a la luz de nuevo, y sobre todo se acordaba de personas, de gente que en una época fue parte cotidiana de nuestras vidas. Se acordaba de todo, como si su mente considerara primordiales todos los recuerdos. Reconozco que de repente, entre las brumas del alcohol, sentí escalofríos oyéndola, pensando que yo mismo, si el destino no hubiera juntado nuestros caminos, me hubiera convertido en un recuerdo imborrable, en una imagen sin derecho al olvido, permanentemente presente en su cabeza. No tuvimos que recordar más. Dos hombres se acercaron a nosotros sonriendo. El más grandote me ...