1. ¡Mi hermana, mi mujer, ufff!


    Fecha: 20/01/2019, Categorías: Hetero Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... diría eterna-.
    
    No nos habíamos dado cuenta pero Andrés y Ana se habían acercado a nosotros. Estaban abrazados. Ana me miraba ahora de otra manera, entrecortadamente, en las breves pausas en que sus ojos no descansaban en él, y su mirada se detenía a partes iguales en mí y en Gloria-.
    
    Esta diosa y yo nos marchamos ahora. Me ha prometido que no amanecerá hasta que ella lo decida.
    
    Se despidieron de nosotros. Sentí la manaza de Andrés, sus palmadas en mi espalda. Mi hermana me besó en la mejilla y me acarició la frente. Luego se abrazó a Gloria. Cuchichearon al oído y se rieron. Andrés tiró de mi hermana y se desprendió del abrazo de mi mujer.
    
    No vuelvas preñada.
    
    ¡Tonta!
    
    Ya no estaban. Sentí un enorme vacío. Gloria y yo volvimos abrazados, o eso creo. Ya estábamos en nuestra cama, cuando mis recuerdos se hicieron más conscientes cuando la lengua de Gloria comenzó a recorrer mi cuerpo, a desnudarme. Ella ya estaba casi desnuda con un sujetador negro minúsculo que dejaba la mayor parte sus pechos al aire. Ella se dio cuenta de la atención que sus senos generaban en mí y me puso las manos en la tela. Mis dedos dibujaban el encaje, parecían caballos furiosos galopando a lo largo de una enorme pradera ondulada. Tiré del sostén, todavía abrochado, hacia abajo y las tetas aparecieron como un resorte. Se reía. Le mordisqueé los pezones. Estaban duros, grandes, sentía sus dedos jugando con mi pelo. Se incorporó, de rodillas en la cama y colocó el pubis delante de mi ...
    ... cara. La tela de sus braguitas era todavía más exigua que la del sujetador. La desplacé, y comencé a acariciar su vulva perfectamente depilada. ¿Estaba húmeda o era mi saliva? De vez en cuando emitía algún gemido ahogado pero no hablaba, se dejaba hacer. Le comí el coñito todo lo que pude, hundía mi lengua en sus labios y veía su clítoris hincharse poco a poco. Ella me empujó y buscó mi entrepierna. Noté sus manos acariciándome el pene los testículos. Había olvidado esa sensación. Pero el alcohol me había dejado fuera de combate.
    
    Te lo dije. – (Estaba enfadada)- Te dije que no bebieras tanto.
    
    Tienes razón, para una vez que te apetece...
    
    Mierda,- (se incorporó mirando a ambos lados del cuarto)- te voy a atar.
    
    ¿Eeh?
    
    Las manos.
    
    ¿Por qué...?
    
    No me contestó. Una maldita armónica sonaba en mi cabeza cada vez que intentaba pronunciar las erres. Gloria buscaba en los cajones, como si no recordara dónde lo había puesto. Al final lo sacó, esposas con fieltro para las muñecas. ¿Qué más tendrá?, pensé. Llevó mis muñecas por detrás de la nuca y me ató, y comenzó a recorrer mi cuerpo con su lengua; acercaba su cuerpo a mi cara para que yo chupara sus pezones, sus muslos, me retiraba bruscamente y me abofeteaba. Se acercaba y se alejaba de mí, me tentaba, y al acercarme yo rechazaba mi cara, me empujaba y se reía de mí. Pero yo no me sentía humillado, tan sólo tenía sed y estaba enormemente cansado. Un ruido nos hizo volver a la realidad. La puerta de la calle se había ...
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