1. Ay, profe, ¡me haces igual que mi papá…!


    Fecha: 12/08/2017, Categorías: Hetero Autor: Stregoika, Fuente: SexoSinTabues

    Entré al colegio disimulando muy bien lo que llevaba en una bolsa porque si un docente llega al colegio con un vistoso regalo, envuelto en brillante papel adornado con corazoncitos rojos sobre fondo dorado y un enorme moño rojo sangre, pues todos iban a estar preguntando. Por eso lo oculté en una gran bolsa para basura. Llegué al laboratorio de química, donde me esperaba Luisa. Le había dicho que aguardara mientras traía el regalo del carro, y ella se quedó congelada mientras yo volvía, adorablemente sentada con las manos unidas en el regazo. - profe, pero con motivo ¿de qué? - Tómalo como regalo de cumpleaños, pues - 0k, pero, del próximo, o del que pasó, porque están igual de lejos… - rió ella. - del qué pasó – repuse de mala gana. - bueno, entonces cuando cumpla los 13, me das un regalo ¡pero a tiempo! – bromeó. Agarró el paquete y lo puso sobre la mesa para destaparlo y al sacarlo de la bolsa de basura, se deslumbró. - ¡tan lindo! – gritó - ¿usted lo envolvió, profe? - no, obvio no. Ábrelo. A los pocos segundos, había sobre el mesón del laboratorio una caja con su tapa al lado y hojas de papel mantequilla abriéndose desde su interior. Luisa estaba petrificada ante el regalo que sostenía en sus manos: Un par de sandalias Gucci de cuero blanco, para la rumba en el verano. Luisa no sabía si mirarme a mí o a las sandalias. Como fuera, al cabo de un segundo saltó sobre mí para abrazarme. El tamaño y el aspecto del paquete habían impactado sus ojos, pero el contenido le había ...
    ... sacudido el alma. Luisa me besó muy cerca de los labios. - ¡están divinas profe! Yo no sabía mucho de moda femenina, pero no obstante sabía por dónde atacar, porque ella sí que sabía. Cuando se es profesor, se llega a conocer los chicos, tan fácil como leer un libro; y peor aún, si uno sabe manejar la psicología. Las sandalias acababan de abrir en ella una puerta delante de la que estaba hacía rato y a la que se quería acercar, pero que seguía inalcanzable por sus patrones familiares. Dicho de forma sencilla, esas sandalias sensuales – y que me habían costado casi un salario – le indicaban que yo la veía como una mujer. Mi interés era, dicho bruscamente, comprar el culo de Luisa, que era sin miedo a exagerar, la cosa más deliciosa que había en toda la población estudiantil. Llevaba fantaseando con su exquisito trasero por casi un año, sin animarme a hacer mis sueños realidad, hasta que la confianza y el coqueteo adquirieron irresistibles tonos. - pero ¿yo qué le digo a mi mamá? - no te preocupes – respondí de un sobreseguro respingo – dile la verdad, que yo te los obsequié. Ella ya sabe, incluso le pedí permiso. En verdad era pan comido. Inventé que un amigo contrabandeaba la marca y que por un ajuste amigable de cuentas le encargué un par de artículos. Usaría el regalo para Luisa como achaque para avanzar en terreno con su madre, que también me gustaba y tenía los mismos 35 años míos. Luisa era un bombón, una chica con una feminidad que a cualquier hombre normal – eso incluye ...
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