1. Un profesor, una alumna y un colegio católico – Parte 3


    Fecha: 12/08/2017, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Xander_racer2014, Fuente: SexoSinTabues

    ... silla en medio de la sala y le indiqué que se parara justo detrás, con un pie al lado de cada pata trasera de la silla, ambos por fuera. Luego la hice flexionar, apoyando su abdomen sobre el respaldo de la silla y los codos sobre el asiento. Su culo quedaba bien parado, como apuntando hacia arriba, completamente ofrecido para lo que se venía. No podía arriesgarme a dejarle marcas en ninguna parte del cuerpo donde fueran visibles en su vida cotidiana, de modo que sus preciosas nalgas serían las receptoras de todas las descargas de mi cinturón. El solo verla así me excitaba a tal punto que mi pene ya comenzaba a erguirse como diciendo, “me desperté y tengo hambre”… Tomé el cinto y doblándolo al medio lo agité al aire una par de veces. - Lista, ¿esclava?… - Sí, Amo… Dicho esto medí mi fuerza para que no fuera ni muy suave, ni tan fuerte como para lastimarla y le descargué un primer azote que le cruzó ambas nalgas. ¡El Chas! resonó en la sala. Cecilia cerró sus ojos, acuso el impacto, pero supo ahogar su grito y en su lugar contó de viva voz. - Uno… Hice una pausa, pero luego decidí darle unos cuantos azotes sin pausas, manteniendo un ritmo… - ¡Dos!… ¡Tres!… FFFFF… ¡cuatro!… FF ¡ay!… ¡cinco!… Ay, ¡ay!. ¡Seis!… Continué con la seguidilla y después del séptimo, se le doblaron las piernas como queriendo dejarse caer. Rápidamente le metí mano en la entre pierna y la levanté. Pude sentir que su vagina estaba húmeda. Le ordené que se mantuviera firme. No podía abandonar esa posición. ...
    ... Continué castigándola y las lágrimas empezaron a surcar sus ojos, mientras sus carnosas nalgas se enrojecían y yo acariciaba mi pene, como pidiéndole paciencia… ya llegaría su turno. Tras el décimo cuarto azote hice una pausa. Cecilia los había contado todos entre quejidos y lágrimas. Yo levanté mi mano un poco más que en los anteriores y con firmeza le infringí el último suplicio. - ¡Ay!… quince… gracias, Amo, por el castigo, que es menos de lo que merecía. Dicho esto apoyó su cabeza sobre el asiento de la silla y lloriqueó un poco. Sin perder tiempo, arrimé otra silla y la puse justo en frente a la de ella, asiento contra asiento. Me senté en ella y acercando mi pene a su rostro, la tomé por su cabello para dirigir su atención hacia mi excitado miembro. Al verlo, solo abrió su boca y lo recibió en ella sabiendo lo que tenía que hacer. Aún sollozaba al tiempo que me proporcionaba una colosal mamada, que dada la excitación que yo tenía, solo duró un par de minutos antes de llenarle la boca con mi leche caliente. Le dije que me la mostrara antes de tragarla y abriendo su boca, cumplió mi orden. Cómo me fascinaba el espectáculo de su delicada boca llena de mi esperma caliente, saboreándolo, manteniéndolo ahí hasta que le ordené tragarlo. Entonces cerró su boca y pude ver el abultamiento que bajaba por su cuello, al tragar todo el semen que le había descargado. Luego le dije que se parara frente a mí y lentamente se fue incorporando. Intentó acariciar su cola, pero se lo impedí ...