1. Tren


    Fecha: 29/01/2019, Categorías: Anal Autor: arafel, Fuente: CuentoRelatos

    ... muchacho que primero le miró a él, después a mí, para finalmente bajarse la cremallera de la chaqueta.
    
    “Toda la ropa. Nada de calcetines o calzoncillos.” Le dijo mi jefe mientras se recostaba en el asiento y abría las piernas bajo la mesa.
    
    El chico estuvo desnudo en unos segundos. Una ventaja insospechada del chándal, pensé para mí. Lo siguiente fue escurrirse debajo de la mesa, abrir el botón del pantalón de mi jefe, bajar la cremallera y meterse en la boca la polla flácida.
    
    Dos toques de mis dedos y el iPhone grababan el momento para que resultara indeleble. Yo conocía bien la polla de mi jefe. Seguiría flácida sólo unos instantes más, después se pondría tremendamente dura y tiesa. Era de esas que por su dureza rara vez consigues que pase de tu campanilla mientras chupas. Algo incómodo cuando haces una felación, pero tremendamente satisfactorio para todo lo demás.
    
    Mi jefe agarraba su cabeza por la nuca, empujando lo más profundamente que podía. Me pregunté si los sonidos de ahogamiento aparecerían en el vídeo y en el caso de aparecer si harían que el vídeo pareciera más interesante. En la situación real sí que aportaban ese toque morboso.
    
    El chico estaba tan concentrado, o tal vez las manos de mi jefe a cada lado de su cabeza lo impedían, que no escuchó la entrada del revisor en el restaurante. No supo que estaba de pie al lado de la mesa, mirando lo que hacía, hasta que nos preguntó si queríamos tomar algo.
    
    Se sobresaltó e intentó retirarse. No lo ...
    ... consiguió. Las manos de mi jefe son fuertes.
    
    El revisor, que a la vez era barman al parecer, sonreía de oreja a oreja.
    
    La situación tuvo que excitar a mi jefe ya que con un par de sacudidas más, seguidas de un gemido sordo, se corrió en la boca del chico. Paré el vídeo.
    
    “Dos aguas y un ron con hielo.”
    
    El chico tenía la nariz brillante cuando volvió a sentarse en el banco. Un pequeño hilillo le bajaba hasta la boca que me hizo pensar que probablemente no había tomado muchas corridas en su vida. Hizo ademán de vestirse. Mi jefe movió el índice indicando que no. Así que siguió desnudo delante de todos.
    
    Cuando las bebidas estuvieron en nuestra mesa, el revisor se sentó con nosotros.
    
    “El chico quiere llegar a Madrid.” Empezó mi jefe,” No tiene billete. Si no le echas, es tuyo durante...dos horas.”
    
    Casi me echo a reír. La cara del chico reflejaba su indignación, pero no tuvo tiempo para protestar. El revisor le tenía agarrado por la nuca y parecía capaz de levantarle en el aire si así lo decidía. “Sólo éste?”, preguntó mirándome a mí. Los mismos ojos que en el andén. Llenos de lujuria. Mi jefe probablemente se había fijado en esa mirada.
    
    “Él es libre de hacer lo que quiera. Puedes usar nuestro camarote. Recuerda, dos horas.” Contestó mientras probaba el ron. Yo seguí sentado a su lado mientras el chico era arrastrado fuera del vagón. No protestó, una docilidad así no dejaba de ser sorprendente.
    
    No debía haber nadie más, supuse. Si no fuera así, alguien desnudo ...
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