Seducida por el verdulero (3)
Fecha: 15/09/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Alma Carrizo, Fuente: CuentoRelatos
... Después la chaqueta. El vino le calentaba la sangre, el juego le encendía algo que no sabía que tenía latente. Cada vez que tiraba la moneda, su corazón latía con un ritmo enfermo de expectación.
Cuando por fin le salió cruz, todos se quedaron en silencio. Alma respiró hondo y, con manos algo temblorosas, empezó a desabotonar la camisa blanca. La deslizó por los brazos y la dejó caer al piso. El body rojo de encaje marcaba cada curva perfecta de su busto generoso y la cintura estrecha que parecía hecha para tentar.
Notó cómo José se mordía el labio inferior, los ojos oscuros fijos en sus pechos y su vientre. El amigo de Ángela también la devoraba con la mirada.
—¿Contentos? —dijo ella, intentando sonar sarcástica.
—Mucho —contestó José, con voz ronca.
El juego siguió, y pronto todos quedaron en ropa interior. El ambiente era un caldo espeso de deseo y nervios. Nadie hablaba demasiado. Se escuchaba solo la lluvia contra los ventanales y la música baja en la bocina.
Ángela fue la primera en romper la barrera final. Se subió a su amante, sentada en su regazo, y empezó a besarlo con hambre. Sus cuerpos se pegaron en un movimiento que Alma sintió como un disparo de adrenalina.
José la miró, expectante. Alma ya estaba demasiado mareada por el vino y por el fuego en la sangre. No necesitó que él se acercara. Se acomodó a horcajadas sobre sus piernas, mirándolo a los ojos.
—¿Estás segura? —preguntó él, la voz cargada de tensión.
Ella contestó besándolo. ...
... Un beso profundo, húmedo, donde todas las dudas se fueron al carajo. Las manos grandes de José se cerraron sobre su culo y lo apretaron con una necesidad casi violenta. Alma gimió bajito, sin importarle que Ángela estuviera haciendo lo mismo a medio metro.
Mientras José le recorría la espalda y las caderas, Alma sintió otra mano que se posaba en una de sus nalgas, acariciándola con descaro. Abrió los ojos y vio que era el amigo de Ángela, que también estaba excitado.
Por un instante, pensó en dejarlo. Pero Ángela se levantó, tomó de la mano a su amante y se lo llevó hacia una habitación.
Alma y José quedaron solos. Se miraron, respirando fuerte, y no hicieron falta más palabras.
—Venite —dijo ella, con la voz ronca—. Ahora..
Lo tomé de la mano y lo arrastré por el pasillo, mi corazón golpeando como si quisiera escapar de mi pecho. Cada paso me hacía sentir más viva, más hambrienta. Cuando llegamos a la habitación, cerré la puerta de un golpe, el chasquido seco resonando como una promesa. Esta vez, no había manera de que me detuviera.
Giré la llave en la cerradura y me apoyé contra la puerta, mirándolo. José estaba ahí, parado, con los ojos clavados en mí, como si no pudiera creer que yo, Alma, estuviera frente a él, lista para devorarlo. Una sonrisa pícara se me escapó mientras me acercaba, mis caderas moviéndose con cada paso.
—Sentate en la cama, nene —ordené, mi voz ronca, cargada de deseo.
Él obedeció sin dudar, sentándose en el borde, sus ojos ...