1. Seducida por el verdulero (3)


    Fecha: 15/09/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Alma Carrizo, Fuente: CuentoRelatos

    ... segunda vez fue puro salvajismo. Lo giré, poniéndome de rodillas, y levanté el body para dejar mi culo al aire. Él me agarró las caderas, sus dedos clavándose en mi piel, y me penetró con fuerza, cada embestida haciendo que mi cuerpo rebotara contra él. Me sostenía de los barrotes de la cama, gimiendo con cada golpe, mi piel ardiendo.
    
    —¡Más fuerte, José, no te guardes nada! —grité, mi voz quebrándose de placer.
    
    —Por favooor, Alma… sos una diosa —gruñó, sus manos apretando mi culo mientras me follaba con todo lo que tenía.
    
    La tercera vez fue más lenta, más profunda. Me giró para mirarme a los ojos, su pene entrando despacio, llenándome mientras sus manos acariciaban mi rostro. Cada movimiento era una caricia, sus labios besándome suave, como si quisiera grabarme en su alma. Nos movimos juntos, lentos, hasta que el placer nos consumió en un clímax silencioso, nuestros cuerpos temblando enredados.
    
    Nos quedamos abrazados, sudorosos, exhaustos. José me acariciaba el pelo, susurrándome cosas dulces mientras yo sonreía contra su pecho.
    
    Desperté con el sol filtrándose por la ventana y lo encontré mirándome, sus dedos trazando mi hombro.
    
    —¿Te vas hoy? —preguntó, su voz suave pero triste.
    
    —Sip… pero todavía tenemos un ratito —respondí, mi sonrisa traviesa ...
    ... volviendo.
    
    Nos metimos a la ducha, el agua caliente cayendo sobre nosotros, el vapor envolviéndonos. Allí, todo empezó de nuevo. Me apoyé contra la pared, el azulejo frío contra mis pechos mientras José me sujetaba las caderas. Su lengua recorría mi cuello, sus manos apretando mi culo mientras me penetraba con urgencia. Era rápido, desesperado, mis gemidos resonando en el baño mientras el agua nos empapaba.
    
    —¡Dame todo, José, Siii! —grité, mis uñas clavándose en sus hombros.
    
    —Sos mía, Alma… aunque sea solo ahora —jadeó, sus embestidas llevándome al borde otra vez.
    
    Terminamos riendo, mi cabeza apoyada en su hombro, el agua corriendo por mi piel. Nos vestimos en silencio, y me despedí con un beso largo, profundo.
    
    —No me busques, José —dije, mirándolo a los ojos, seria pero suave—. Esto fue todo. Soy una leona, y vos… solo fuiste mi presa.
    
    Él sonrió, una mezcla de orgullo y tristeza. —Lo sé, Alma. Pero qué manera de ser cazado.
    
    Subí al auto y manejé hacia la ciudad, el viento en mi cara, mi piel todavía ardiendo. No volvería a ver a José. No iba a arriesgarme. El mercado ya no era mi lugar, y no pensaba volver. Pero mientras conducía, una sonrisa pícara se me escapó. Porque aunque José fue solo una presa, yo había disfrutado cada maldito segundo de la cacería. 
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