La mujer de mi hijo (4)
Fecha: 15/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos
... soltó las palabras mágicas:
—Acá cerca hay un hotel.
Me quedé mirándola unos segundos, como si necesitara confirmación de que eso que acababa de decir era real. Suspire, saqué el celular y abrí el GPS. Busqué el más cercano. Palermo tenía unos cuantos, pero el primero que me apareció fue uno que conocía de nombre, aunque jamás había pisado: Hotel Amancay, sobre la calle Güemes. A tres cuadras de donde estábamos.
No dijimos más nada. Me acomodé en el asiento y arranqué. Ella estaba sentada al lado mío, sin hablar, con esa expresión entre seria y caliente que me volvía loco. Sus piernas cruzadas, el top apretado marcando sus tetas, y el pelo suelto bailándole con el viento de la ventanilla. La tensión era tan densa que se podía cortar con un cuchillo.
Solo podía pensar en lo que estaba a punto de pasar: me iba a coger a esa pendeja hermosa de una buena vez. No importaba la novia de quién era. No importaba a qué había ido supuestamente hasta Palermo. No importaba que mi hijo estuviera llorando en la casa, que mi mujer pensara que salí de urgencia por algo que pasó en el trabajo. Lo único que importaba era que me iba a quitar las ganas con esa rubiecita puta.
Estacioné sobre la vereda, justo frente a la entrada del hotel. Una cortina metálica a medio cerrar, una luz roja discreta alumbrando la puerta. Bajamos. Tocamos el timbre. Nos atendió una mina desde adentro con voz cansada. Me pidió que me identificara, pero fue todo rápido, sin vueltas. Me cobró en el ...
... momento, efectivo. Nada de DNI, nada de nombres. Solo me extendió una tarjeta plástica con el número de habitación.
Subimos por un pasillo alfombrado, con esas luces tenues que apenas iluminaban el camino. El lugar olía a desinfectante y a perfume barato, ese que siempre queda pegado en los telos. Mientras avanzábamos en silencio, me di el gusto de palpar el culo de Michelle, como si estuviera probando la mercadería antes de consumirla. Como si necesitara la confirmación de lo que podía hacerle a esa mujercita hermosa que se había metido conmigo en ese hotel.
Cuando abrimos la puerta de la habitación, sentí un calor espeso en el pecho. Era grande, con una cama king de sábanas blancas estiradas al punto justo, un espejo en el techo que reflejaba nuestras siluetas apenas entramos, y una luz tenue tirando al rojo desde los rincones. A un costado, un frigobar con botellas y dos copas, y más atrás un hidromasaje encendido, haciendo un burbujeo que parecía burlarse de mi ansiedad.
Todo eso lo vi en segundos, pero en realidad no me importaban esos detalles. Mi mirada volvía siempre a ella. A Michelle, que se sacaba despacio la campera de cuero, dejándola sobre una silla, que me miraba con esos ojos claros, entre provocadores y decididos.
Yo tampoco dije nada. Cerré la puerta con seguro. Y ahí empezó todo.
La desvestí lento, mientras mi verga palpitaba dentro del pantalón. Le saqué el top. Sus tetas quedaron ahí, rebotando un poco con cada movimiento. No eran enormes, pero ...