1. Horas extras


    Fecha: 15/09/2025, Categorías: Hetero Autor: Adulto38, Fuente: CuentoRelatos

    Nunca me animé a hacer nada con ella. Florencia era de esas mujeres que te descolocan apenas entran a un lugar: siempre bien vestida, seria, con ese andar firme y la mirada que no regalaba nada. Yo la miraba de reojo en cada reunión, cada pasillo, cada pausa del café. Y aunque siempre mantuve la distancia, por dentro me moría por tenerla, por olerla de cerca, por meter la cara entre esas piernas que más de una vez me quitaban el sueño.
    
    Ella sabía que me gustaba. Se notaba. Me pescó más de una vez bajándole la vista. Pero siempre se hacía la indiferente. Hasta hace poco.
    
    Hace una semana me enteré que cortó con el novio. Bah, más bien lo echó a la mierda. El tipo le metía los cuernos con una mina del gimnasio. Desde entonces, noté que algo cambió. Se vestía más provocativa, caminaba distinto, como con un fuego nuevo, y por momentos, parecía que me buscaba.
    
    Ese viernes, nos tocó quedarnos hasta tarde para terminar una presentación. Eran casi las ocho y ya no quedaba nadie en la oficina. La mayoría de las luces estaban apagadas, solo teníamos nuestras computadoras encendidas y la ciudad encendida detrás del ventanal.
    
    Yo estaba concentrado en la pantalla cuando la escuché hablar, desde su escritorio, en voz baja.
    
    —¿No te dan ganas, a veces, de mandar todo a la mierda y hacer algo que no deberías?
    
    Levanté la vista. Me estaba mirando. No sonreía, pero sus labios estaban apenas entreabiertos, como si me invitara a acercarme.
    
    —¿Qué tipo de cosas? —le seguí ...
    ... el juego.
    
    —No sé… algo impulsivo. Algo que sabés que te va a hacer bien aunque esté mal.
    
    Me acomodé en la silla. Me palpitaba el pecho. Algo en su tono me revolvió la sangre.
    
    —¿Estás hablando en general… o me estás diciendo algo a mí?
    
    Se levantó despacio y vino caminando hasta mi escritorio. El sonido de sus tacos en el piso flotaba en ese silencio tenso. Tenía una camisa blanca abrochada hasta donde empezaban sus tetas y una falda ajustada que le marcaba las caderas como un crimen.
    
    —¿Vos qué pensás de mí? —me dijo, parándose al lado mío—. Se sincero.
    
    La miré. Tenía el pelo suelto, los labios con un leve brillo, y los ojos cargados con algo nuevo… algo que me estaba volviendo loco.
    
    —Pienso… que sos una mujer increíble. Hermosa, inteligente. Y que me gustás hace mucho.
    
    Ella se mordió el labio, bajó la mirada apenas y luego volvió a clavarla en mí.
    
    —¿Y por qué nunca hiciste nada?
    
    —Porque estabas con alguien. Y porque no quería arruinar lo poco que hablábamos.
    
    —Bueno… ya no estoy con nadie. Y hace días que no dejo de pensar en algo.
    
    Se apoyó en el borde del escritorio, cerca mío. Yo podía ver la línea de sus muslos cruzados, la tensión en sus manos, ese perfume dulce que siempre usaba pero que ahora me parecía más denso, más húmedo.
    
    —¿Qué venís pensando?
    
    —En vos —me soltó, casi como una confesión—. En lo que me mirás. En lo que no decís, pero se nota. En lo que podrías hacerme… si te animaras.
    
    Sentí la pija empezar a endurecerse, ...
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