Horas extras
Fecha: 15/09/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: Adulto38, Fuente: CuentoRelatos
... traicionándome. Ella lo notó. No dijo nada, pero bajó la vista por un segundo, y una sonrisa cómplice se le dibujó en los labios.
—No deberíamos estar hablando así… —dije, intentando mantener algo de compostura.
—No —respondió, suave—. Pero yo no quiero llegar a casa sola otra vez, con la cabeza llena de bronca y ganas. Quiero sentirme deseada. Quiero que alguien me haga olvidar todo.
Me quedé helado.
—¿Estás diciendo que…?
—Sí. Quiero hacerlo con vos. Acá. Ahora. En esta oficina que siempre fue tan aburrida. Quiero romper la rutina.
Yo no podía creer lo que estaba escuchando. La calentura me nublaba la cabeza. Me debatía entre la duda, el miedo a cruzar esa línea… y el instinto.
—Flor… esto es una locura.
Ella se acercó más. Se subió a mi falda con las piernas abiertas, sentándose sobre mi pija dura, con la mirada fija en mis ojos.
—Entonces volvete loco — me susurró al oído rozándome los labios—.
Y ahí… ahí perdí el control.
La calentura me dominó por completo. Le agarré la nuca y la besé con una desesperación que tenía guardada hace meses. Ella me respondió igual, con lengua, con hambre, como si lo hubiera estado esperando desde hacía mil días.
Mis manos se metieron bajo su camisa. Sentí la piel caliente de su cintura, el corpiño apretado, los pezones marcándose fuertes. La desabroché con furia, uno por uno los botones, y la camisa se abrió como si lo estuviera pidiendo. Tenía un conjunto negro, encaje fino, tetas perfectas, ...
... firmes.
—Haceme tuya, por favor —me dijo al oído, mientras me mordía el cuello.
La bajé de mi falda y la di vuelta, empujándola contra el escritorio. Le levanté la pollera, y la tanguita negra ya estaba corrida, mojada. Le pasé dos dedos por la concha y me miró por encima del hombro, con los ojos brillosos.
—¿Ves lo caliente que estoy?
—Me encantás, Flor.
Me arrodillé detrás de ella, le bajé la tanga y le abrí las piernas. Le metí la cara de una, le pasé la lengua de abajo hacia arriba, bien lento, sintiendo cada pliegue de su concha mojada, tibia, deliciosa. Ella soltó un gemido ahogado, se apoyó con fuerza en el escritorio.
—Seguí… chupame toda la conchita, que te vengo soñando hace días —me rogó.
Se la chupé como si no hubiera comido en días. Le metía lengua, le apretaba el clítoris con los labios, se la saboreaba toda. Ella se movía contra mi cara, me decía que no pare, que la vuelva loca. Y justo cuando empezó a temblar, se vino con un gemido largo, descontrolado.
—Ahora me toca a mi —dijo jadeando, dándose vuelta, con la cara roja.
Se arrodilló frente a mí, me bajó el pantalón y la pija me saltó como un resorte, dura, venosa, caliente. Me la agarró con una mano y me miró sonriendo.
Se la metió en la boca. La chupaba lento, profundo, haciendo ruidos húmedos, mirándome desde abajo. Me acariciaba los huevos, se la metía hasta el fondo. Me tenía agarrado de las piernas como si no quisiera que me vaya. Me estaba enloqueciendo.
—Pará, Flor… si seguís así ...