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Compañeros de oficina
Fecha: 20/09/2025, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: leoooxnrk, Fuente: TodoRelatos
Mónica baja de su SUV de alta gama y emprende con decisión el camino hacia la entrada. Camina con su cotidiana altanería sobre unos tacones de punta fina. Con decisión y contundencia planta un pie casi justo delante del otro. Haciendo ruido sobre el piso de hormigón. Haciendo notar su presencia de mujer. Lleva un traje de chaqueta gris, las mangas arremangadas dejando ver unas grandes pulseras. De su antebrazo cuelga un gran bolso de marca. El rostro semi tapado por unas gafas de sol gigantes y un flequillo que cae sobre ellas. La mirada al frente, orgullosa, barbilla arriba. El pelo recogido en una fuerte coleta, estirada, como ella y aquella pose suya de suficiencia. Lleva un collar muy estrecho que estiliza su cuello. Pantalón también gris, de cintura alta muy ajustados por delante. Blusa blanca con escote, algunos botones sin abrochar. Anda ligeramente con el culo hacia atrás. Es una madre de familia de derechas, algo culona. Marcos baja del autobús con su camiseta barata y pantalón de lino. Manos en los bolsillos y actitud de indiferencia. Barba de aspecto de cinco días pero recortada, lo que recorta también sus facciones y le da cierto atractivo. El pelo corto, despeinado y de aspecto desaliñado. La mochila negra a los hombros hace que la tela de la camiseta, verde y fina, marque ligeramente sus pectorales. Un golpe de viento de frente no logra despeinarlo más, pero sí que la caída de la tela le marquen un poco el abdomen duro. No es chico de gimnasio pero sí ...
... mantiene una figura definida. La mochila por detrás levanta con el movimiento del andar la camiseta, dejando a la vista de todos los y las viandantes que quieran mirar el testimonio de un prominente y rotundo culo. Ella rondaba los 50, dos hijos y un marido de éxito. Él los 30, sin hijos y novia sin pretensiones de matrimonio. Compartían planta en el edificio de oficinas de la empresa para la que trabajaban y en la que intercambiaban fugaces cruces de miradas de vez en cuando. Nada más. Apenas sabían realmente el nombre del otro. Se cruzaban por el pasillo, en el ascensor o en el office a por un café. Un hasta luego, un buenos días. Ambos sentían el morbo de no saber nada del otro. Desconocían por completo el tiempo que ocupaba el otro en los pensamientos del uno. Y más aún lo que imaginaba él cuando la veía andar. Cómo le repasaba de arriba abajo ella cuando él estaba de espaldas. Mónica era completamente ajena a la manera en la que palpitaban las venas del tronco de la polla de Marcos cuando la observaba furtivamente entre los monitores. Perdido en las ondas de su pantalón de gasa, o de su blusa de satén, su propio pantalón se iba llenando más y más. Había días en los que solo la buscaba con la mirada, para al encontrarla hablando con alguien, pantalones de campana, su cuerpo inclinado dejando todo el peso de sus caderas apoyado en una sola pierna, empezar a viajar por los botones de su escote, por la caída de la tela sobre la voluptuosidad de su culo ancho de mujer y de ...