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Intercambio entre hermanas - completo (cap. 07)
Fecha: 20/09/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Abel Santos, Fuente: TodoRelatos
Cap. 7 – JOAN APARECE FRAN El domingo a mediodía arribó a Madrid el novio de Ana, después de todo lo que se había comentado sobre su llegada durante la semana, como si de la visita de un rey extranjero se tratara. Las dos hermanas fueron a recibirle, pero yo me disculpé y me quedé haraganeando por la casa. Cuando llegaron los tres, saludé a Joan con un abrazo. En vivo me pareció más grande que en las fotografías que me habían mostrado las hermanas. En realidad, debo confesar que el abrazo me lo dio el a mí y no al contrario, que me habría conformado con un apretón de manos. Tras oír a Ana hablar de él con tan pocas ganas, le había tomado ojeriza y sus abrazos de oso no me apetecían lo más mínimo. Y debo confesar que su saludo casi me parte en dos. Me quejé por ello y se disculpó socarrón, mencionando ufano que llevaba varios meses acudiendo a un gimnasio y que se encontraba en una forma y con una fuerza espléndidas. En fin, tuve que hacer de tripas corazón y ese día me uní a ellos para almorzar en un restaurante en el que Marta había reservado mesa. No me apetecía comer en familia con aquel casi extraño, pero la idea de hacerlo a solas mientras ellos tres se divertían por ahí me pareció menos apetecible que el tener que soportar su presencia y sus chistes sosos y zafios. La semana desde su llegada fue transcurriendo con normalidad. Si podía llamarse normalidad al hecho de que durante esos días apenas podía coincidir con Ana. Ni tampoco con Marta, todo ...
... hay que decirlo. Casi todos los días, cuando llegaba a casa, me encontraba alguna nota en la que me explicaban que habían montado un plan para los tres y, en algún caso, invitándome a que me uniera a ellos si me apetecía. Siempre con la excusa de enseñarle a Joan las noches de la capital, donde todo era posible si conocías los sitios indicados —y si disponías del dinero para disfrutarlos. Por supuesto, nunca me apeteció. Y mis dos chicas bien que lo sabían, si no, no me hubieran invitado las muy zorritas. Parecían guardarse a Joan para ellas solas, y a mí tampoco es que me importara demasiado. Total, que la «normalidad» de la semana consistía en que yo andaba todo el día en el trabajo o vagando por casa en soledad, a la espera de que los tortolitos aparecieran tras una salida para gozar de la noche madrileña. Acompañados siempre de mi querida esposa, que parecía que había dejado a un lado las oposiciones tan pronto como había aparecido aquel «novio» de Ana con aspecto de macarra. Porque «macarra» era la palabra exacta que me venía a la cabeza cuando pensaba en él. Únicamente me consolaba saber que el tipo se quedaría solo una semana. Si conseguía aguantar hasta el domingo siguiente, la tormenta habría pasado y todo volvería a ser como antes de que Joan entrara en nuestras vidas. Contaba los días y casi las horas que quedaban para que el tipo desapareciera. Y así fue, una vez Joan se hubo ido, la vida siguió su curso. Lo único que la enturbiaba era la manía de ...