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Intercambio entre hermanas - completo (cap. 07)
Fecha: 20/09/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Abel Santos, Fuente: TodoRelatos
... —repliqué—. Todo por las dichosas oposiciones… Reímos y luego nos quedamos en silencio. Me fijé en ella y en su atuendo. No entendía como no lo había hecho hasta entonces, porque Ana estaba especialmente atractiva. La noche era templada y pedía poca ropa, por lo que simplemente vestía una falda de vuelo a medio muslo, floreada —prestada por Marta una vez más, con toda seguridad—, una blusa de seda gris perla y unos pendientes muy recargados. Completaba el atuendo con una especie de pashmina sobre los hombros y unos zapatos azules con taconazo que la hacían parecer más una jovencita ataviada para el baile de fin de curso que una chica que va a ver una obra de teatro mediocre —imaginaba que así lo sería— con su cuñado. La melena, como muchas otras veces, se la había recogido en una coleta y la había sujetado con una goma con adornos plateados que no había visto antes. Un regalo de algún compañero con ganas de que le aceptara esa copa a la que ella solía negarse por método. «Pobres tontos —me decía—, ninguno de esos cerebritos que estudian con ella se merece semejante bombón». Viéndola de esa manera, no pude por menos que decirle un piropo. —Por cierto, no te he dicho que esta noche te has superado. Estás más guapa que nunca. —Gracias, Fran —sonrió—. Pero no tienes que hacerme la pelota, ya me tienes muy vista… ¿no? —Nunca está de más —le devolví la sonrisa—, sobre todo cuando es verdad… Le propiné un ligero cachete en la mano y volví a guardar silencio. ...
... Cinco minutos más tarde, el Uber nos dejaba en una calle oscura perpendicular a la Gran Vía. Le preguntamos al chófer si no se había equivocado de dirección y nos confirmó que era la correcta, a menos que se la hubiéramos dado equivocada. El sitio era realmente siniestro, a excepción de los asistentes a la obra. Estos, vestidos de fiesta, se dirigían hacia unos portones de madera que bien podrían ser las puertas de un teatro o la entrada a una vetusta mansión. —¿Crees que esa es la entrada al teatro? —preguntó Ana tomándome del brazo. Se la notaba tan sorprendida como yo mismo. La palabra que mejor definía aquel lugar era «sórdido». —Me temo que sí —repliqué—. Este sitio me está poniendo los pelos de punta. Si lo prefieres, podemos hacer la espantada y luego le contamos cualquier cuento a tu hermana. Lo dudó un instante, pero al final decidió seguir adelante. —No, espera… —dijo—. Entremos a ver de qué va esto. Si el sitio es tan cutre como parece, entonces decidimos si nos vamos o nos quedamos, ¿te parece? Asentí y traspasamos las puertas de madera. Un vejete con cara mustia nos recortó las invitaciones y nos señaló la entrada por la que se accedía a nuestras butacas. La sala era pequeña, de una sola planta y se hallaba en desnivel. Para que se entienda, era como si todo el patio de butacas fuera un gallinero de cine antiguo. Los asientos estaban tapizados de un fieltro rojo que había conocido mejores tiempos. Hice un recuento y llegué a la conclusión de que ...