1. El amor de mi esclava


    Fecha: 08/02/2019, Categorías: Grandes Series, Autor: charlygaucho, Fuente: CuentoRelatos

    ... globo derecho y mientras exhalaba un quejido y sin dejarla reaccionar le puse otro en su otro cachete.
    
    - Auuuccchhhh. Eso dolió y mucho.
    
    - Estoy aprendiendo a hacer las cosas bien, como me lo pediste… no te vas a poder quejar que los repartí equitativamente.
    
    En tanto ella se sobaba el culo a dos manos tratando de disipar el efecto de los impactos sobre sus asentaderas, comenzó a caminar hacia la puerta del dormitorio.
    
    - ¡Alto soldada! ¡Usted no sabe que después de recibir un castigo debe exhibir ante su superior la zona castigada para que éste aprecie si los azotes impartidos son suficientes o hay que reforzarlos!
    
    Mientras el rubor encendía su rostro, mostró su culo enrojecido y ardiente, viéndose claramente dibujados en sus azotados cachetes la silueta de mis dos manos.
    
    - ¿Usted que cree soldada? ¿El castigo fue suficiente o deberíamos reforzarlo con otra dosis?
    
    - Suficiente… suficiente… muy suficiente, tal vez, excesivo…
    
    - ¡¿Cómo?!
    
    - No, señor, fue suficiente, eso… el castigo fue el justo, adecuado y suficiente.
    
    - Ah, creí haber escuchado otra cosa.
    
    Claudia se reencaminó hacia la habitación.
    
    - ¡Alto soldada! ¿No le parece que falta algo?
    
    - ¿Faltar algo? ¿Qué falta? No creo que falte nada.
    
    - Soldada, me parece que usted no está muy bien educada. ¿No recuerda que en el Liceo le enseñaron que después de ser castigada debía agradecerle a su superior el que lo hubiese hecho, demostrando así su compromiso con su educación? ¡Sea educada y ...
    ... respetuosa, soldada, y agradezca como corresponde el castigo que se le impartió!
    
    - Sí… sí, señor… le agradezco… estoy muy agradecida… señor, yo quisiera darle…
    
    - Soldada, o agradece como corresponde o me voy a ver en la obligación de castigarla nuevamente hasta que proceda correcta y adecuadamente.
    
    - Sí, señor. Le estoy muy agradecida por educarme y guiarme en mi proceso de aprendizaje. Le agradezco que me haya castigado ya que eso me permite advertir mis errores y poder corregirlos.
    
    - Muy bien, soldada, siga su camino y diríjase hacia donde iba.
    
    - Sí, señor. Con todo gusto, señor.
    
    - Lo último, soldada, no se masajee el culo porque si se empalidece antes de tiempo, voy a tener que calentarlo de vuelta.
    
    - Sí, señor.
    
    Se encaminó hacia el dormitorio y no había dado más que un par de pasos, cuando ambos estallamos al unísono en una estruendosa carcajada mientras nos abrazábamos. Tanta gracia nos había causado la situación que unas pequeñas y escasas lágrimas surgieron de nuestros ojos resbalando sobre las mejillas.
    
    Abrazados y sonrientes llegamos al costado de la cama, la empujé levemente y la hice caer de espaldas sobre las sábanas. Me quité los calzoncillos y me arrojé sobre su cuerpo.
    
    Mis labios se apoyaron en los de ella, mi lengua perforó su boca y mis fauces se desplegaron sobre su rostro. Mi lengua humedeció lo que encontró a su paso, labios, rostro, orejas, cuello, todo fue delicadamente lamido. Mi saliva fue delineando el camino de nuestra ...
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