La primera vez
Fecha: 29/09/2025,
Categorías:
Lesbianas
Autor: DaddyLickMe, Fuente: TodoRelatos
... ella se perdió. Se perdió en el ritmo, en el calor, en el temblor. No dijo nada. Solo gemía, suave, como si cada sonido fuera una confesión.
Cuando todo terminó, cuando el cuerpo se aquietó, ella se acercó a mí. Me miró a los ojos, y luego bajó la vista a mis pechos. Los tocó otra vez, pero esta vez con más decisión. Los sostuvo, los acarició, los exploró.
—Quiero tenerlos —dijo, sin vergüenza.
—¿Tenerlos?
—Sí… quiero que sean míos. Quiero saber cómo se siente… vivir en ellos.
Sonreí. La abracé. Y en ese abrazo, su cuerpo pequeño se acomodó contra el mío, como si por fin hubiera encontrado dónde quedarse.
La luz del amanecer apenas rozaba los bordes de la cortina, tiñendo la habitación de un tono ámbar, como si el día supiera que debía entrar con cuidado. La joven estaba sentada en la cama, envuelta en la sábana, con las rodillas recogidas y los ojos fijos en el cuerpo desnudo de la mujer que se estiraba frente a ella.
—¿Estás pensando? —preguntó la mujer, con una sonrisa suave.
La joven asintió, sin saber cómo poner en palabras lo que sentía. Su mirada se detenía, inevitablemente, en los pechos de la mujer: redondos, generosos, con la piel tibia y la ariola amplia, como un secreto que aún no se atrevía a tocar del todo.
—No sé cómo hacerlo —dijo al fin, bajando la vista—. Quiero… aprender. Pero me da miedo hacerlo mal.
La mujer se acercó, se sentó a su lado y le acarició el cabello con ternura.
—No hay mal ni bien. Solo juego. Solo ...
... deseo. ¿Querés que juguemos juntas?
La joven dudó, pero asintió. Su cuerpo temblaba, no de frío, sino de nervios. Aunque ya habían compartido el acto, algo en ella seguía sintiéndose pequeña, insegura, como si el cuerpo de la mujer fuera una muralla que aún no sabía escalar.
—Podés empezar por donde quieras —dijo la mujer—. Pero si querés, te muestro cómo me gusta que me toquen.
Se recostó, dejando que la sábana cayera. Sus pechos se ofrecieron como una invitación. La joven los miró, fascinada. Se acercó con timidez, y posó la mano sobre uno de ellos. Lo sostuvo, lo acarició, y luego trazó con el dedo el contorno de la ariola, como si estuviera dibujando.
—¿Y si…? —preguntó, sin terminar la frase.
—Probá. Lamelo. Como si fuera un fruto que querés saborear.
La joven se inclinó, y su lengua rozó el pezón con torpeza. La mujer soltó una risa suave, humana, que alivió la tensión.
—Más despacio. No lo limpies. Sentilo.
La joven lo hizo otra vez, más lento, más atento. El pezón se endureció bajo su lengua, y ella se sorprendió de su propio efecto.
—¿Te gusta? —preguntó.
—Mucho. ¿Querés que te muestre cómo hacerlo en vos?
La joven asintió, y se recostó. La mujer se inclinó sobre ella, y comenzó a besarle el cuello, luego el pecho pequeño, tímido, con pezones que apenas se asomaban. Los lamió con cuidado, con juego, con pausa. La joven se arqueó, se rió nerviosa, se cubrió la cara con las manos.
—No te escondas —dijo la mujer—. Tu cuerpo también ...