1. Martes de iniciación


    Fecha: 05/10/2025, Categorías: Gays Autor: nonoyrocio, Fuente: TodoRelatos

    ... primero que sentí al entrar en la sauna seca fue el calor. Denso. Acariciándome como dedos invisibles. Había tres chicos dentro. Jóvenes. No más de 25. Uno de ellos me miró fijamente. Tenía el torso tatuado y una erección apenas disimulada bajo la toalla. Mordió su labio inferior. Yo me senté frente a ellos. Silencio.
    
    Pero la tensión sexual era palpable. Electrizante.
    
    Uno de ellos —el más alto, piel morena, mandíbula cuadrada, pelo corto— se levantó. Dejó caer la toalla sin decir palabra. Su rabo duro como un mástil, marcando su deseo sin filtros. Se acercó. Se arrodilló. Me miró con descaro y dijo:
    
    —¿Quieres saber cómo se siente?
    
    Yo no respondí. Solo me incliné hacia atrás, abriendo ligeramente las piernas. La toalla se deslizó sola, como obedeciendo la gravedad del momento. Su boca caliente envolvió mi glande con una seguridad que me hizo gemir al instante. Los otros dos se acercaron, uno a cada lado. Me acariciaban el pecho, los muslos, la mandíbula. Uno me susurró al oído:
    
    —Los maduros como tú huelen a pecado…
    
    Y me empotraron con caricias, con lenguas, con aliento. Me chupaban como si lo hubieran estado esperando toda la semana. Yo no decía nada, pero todo en mí era una señal abierta de entrega. La lengua del primero iba más profundo. Más sucia. Más feroz. Y yo me dejaba hacer. Me dejaba perder.
    
    Alguien se abrió paso entre ellos. Otro chico. Más joven aún. No más de 20. Fuerte, definido, con la arrogancia de los que saben que pueden con todo. Me ...
    ... cogió del cuello. No para hacerme daño. Para marcar territorio. Me miró a los ojos y dijo:
    
    —Vas a ser mío hoy. Te voy a follar como ves en esos vídeos.
    
    Me temblaron las piernas. Literal.
    
    —Dímelo —me exigió—. Dime que vas a dejar de empotrar… para que ahora te empotren a ti.
    
    Le sostuve la mirada, respirando hondo. Sentí esa mezcla de miedo y deseo que solo se despierta una vez en la vida. Asentí.
    
    —Hoy… soy tuyo.
    
    No hizo falta más. Me agarró de la nuca y me hizo levantar. Me llevó al cuarto oscuro, donde las luces eran tenues y el aire olía a piel caliente. Me colocó contra la pared, me lamió el cuello, me mordió los hombros. Y luego, sin avisar, me hizo poner las manos sobre el banco de madera.
    
    Sentí cómo sus dedos me abrían, exploraban, humedecían. Y entonces… me lo metió.
    
    Grité. No de dolor. De puro placer.
    
    El chico gemía mientras me llenaba entero. El sonido de nuestros cuerpos chocando era húmedo, salvaje, brutal. Y yo, por primera vez en mi vida, no era el que mandaba. Estaba siendo cogido. Usado. Follado.
    
    Y me encantaba.
    
    Sentí como otro chico se acercaba por delante. Me ofrecía su rabo. Me lo metí en la boca con gusto. Yo, el empotrador de siempre, ahora lleno por detrás y por delante, convertido en el objeto de deseo de una jauría de jóvenes calientes.
    
    Era demasiado. Y aún quedaba noche.
    
    El banco de madera crujía bajo mis manos. Mis piernas temblaban. El vapor en el cuarto oscuro era espeso como el deseo que me recorría la espalda. ...
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