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Martín el camionero y un chico al que desvirgar
Fecha: 13/10/2025, Categorías: Gays Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos
... estaba casi a oscuras, sólo iluminado por la luna borrosa y la luz roja intermitente de los faros traseros del tráiler. Su camión descansaba majestuoso, como un animal durmiendo con un ojo abierto. Andrés lo divisó a lo lejos, y algo dentro de él se contrajo: miedo, deseo, vértigo. Todo junto y a la vez. Pero ya no había vuelta atrás. Martín estaba despierto. No dormía. No podía. Desde que el chico había cerrado la puerta tras él la noche anterior, no había logrado pegar ojo. Tenía la imagen de esos labios jóvenes marcada a fuego en la entrepierna, como si se la hubiera tatuado con la lengua. Se había reclinado en el asiento del conductor, las piernas estiradas, la camisa abierta, dejando que la brisa fresca le secara el sudor del torso. No necesitaba mirar para saber que Andrés venía. Lo sintió. Lo supo. Ese tipo de deseo se huele, se presiente, se arrastra por el aire como el olor del ozono antes de una tormenta. Cuando lo vio aparecer, delgado y nervioso, con la capucha de su sudadera caída sobre la espalda y la mirada clavada en el suelo, Martín sonrió. Una sonrisa torcida, de esas que no prometen flores ni caricias, sino carne, peso y peligro. Apoyó un codo en la ventanilla abierta y, sin moverse, soltó con su voz rota de tabaco y whisky: —Te estaba esperando, chaval. La frase, simple y brutal, cayó como un golpe seco. El tono era rudo, áspero, más cerca del gruñido que de la bienvenida. Pero en sus ojos oscuros brillaba una chispa que Andrés reconoció ...
... enseguida: complicidad, sí… pero también hambre. Una promesa muda. Una invitación sin cortinas. Andrés tragó saliva, se acercó sin hablar, y cuando estuvo lo bastante cerca, advirtió en la sonrisa de Martín un matiz depredador. Se miraron unos segundos. No hacía falta decir nada. La noche anterior había sido sólo el principio. Lo que venía ahora, lo que el chico había venido a buscar, no cabía en palabras. Y Martín, sin dejar de mirarlo, estiró una mano y le acarició el rostro con el dorso de los dedos, ásperos, firmes, llenos de callos y memoria. —¿Dormiste algo o has estado toda la noche pensando en mi polla? —susurró, con una media sonrisa de lobo viejo. Andrés bajó la mirada, pero no contestó. Su silencio lo gritaba todo. El musculoso camionero se echó hacia atrás en el asiento, abrió la puerta del copiloto con un gesto pausado y brutal, y la dejó abierta como quien lanza un desafío. —Pues sube, que esta vez te voy a enseñar lo que no te dio tiempo a aprender anoche. Andrés tragó saliva una vez más, sintiendo cómo el corazón le bombeaba en las sienes. Miró la puerta abierta como si fuera la boca de una cueva, oscura y cálida, peligrosa. Y luego, sin pensárselo dos veces, subió. Trepó al interior del camión como quien entra en un lugar reservado para adultos. La cabina olía a Martín: tabaco, sudor seco, cuero viejo y algo más... algo denso, masculino, animal. El asiento del copiloto estaba despejado, pero no fue allí donde Andrés se sentó. Con un impulso ...