1. Martín el camionero y un chico al que desvirgar


    Fecha: 13/10/2025, Categorías: Gays Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos

    ... el culo, que sonó como un latigazo dentro de la cabina.
    
    Andrés gimió otra vez, los ojos cerrados, la respiración entrecortada.
    
    —Joder… —susurró, encogido por el ardor—. Me... me quema…
    
    Martín bajó un poco el ritmo, pero sin detenerse. Se inclinó sobre él, resoplando, con la piel brillante de sudor, y le gruñó al oído con una mezcla de burla y deseo:
    
    —Normal que te escueza, coño… lo que te está entrando no es una salchicha del súper, es rabo de camionero. Y aquí no se da por mitades… te la vas a tragar entera, como un campeón.
    
    Martín seguía empujando, más profundo, con embestidas lentas pero firmes, sintiendo cómo el cuerpo de Andrés se tensaba y se rendía al mismo tiempo. Pero entonces, otro quejido escapó de la garganta del chico, más alto, casi un sollozo.
    
    —Mierda... no... ¡para, por favor! Me duele…
    
    Martín se detuvo en seco. Sus manos se quedaron clavadas en las caderas de Andrés un segundo más… y luego, con un bufido de rabia, se la sacó de golpe. El sonido húmedo, abrupto, llenó la cabina.
    
    —¿Qué? —escupió, apartándose de él—. ¿Dolor? ¿Ahora me lloras? Pues venga, a tomar por culo. Baja de mi camión y vuelve con tus papis.
    
    Se levantó de la litera, maldiciendo entre dientes, con la polla aún empapada y palpitante, colgando entre sus muslos tensos. Se pasó una mano por la cara, furioso, y señaló la puerta con el mentón.
    
    —¿Te creías que esto era un juego, chaval? Aquí no se viene a lloriquear a medio polvo. Si no aguantas, te vas. No estoy pa’ ...
    ... mierdas.
    
    Andrés se incorporó como pudo, temblando, con los ojos empañados de lágrimas y la respiración rota. Miró a Martín con el rostro encendido por el dolor, la vergüenza… y un deseo aún más desesperado. Tragó saliva, con el corazón a mil.
    
    —No… no me eches. Por favor. No quería… sólo me he asustado. Es la primera vez. Yo… quiero que sigas. De verdad.
    
    Sus labios temblaban. Se acercó de rodillas hasta él, con las mejillas mojadas, apoyando una mano temblorosa en el muslo de Martín.
    
    —Fóllame. Por favor. No pares. Hazlo como antes… como quieras… hazme tuyo…
    
    Martín lo miró desde arriba, aún con la respiración agitada, entre rabia y excitación. Le costaba decidir si mandarlo a la mierda o volver a clavarle la verga hasta hacerle olvidar su propio nombre.
    
    Y esa duda, en Martín… solía durar poco.
    
    Martín lo miró un momento más, con la mandíbula apretada, el pecho subiendo y bajando como un fuelle. Tenía los puños cerrados a los lados del cuerpo, la polla aún dura, brillando bajo la luz tenue de la cabina. Andrés, de rodillas frente a él, con los ojos húmedos y las mejillas encendidas, era la viva imagen de la rendición. Humillado. Roto. Y dispuesto a todo.
    
    El camionero resopló. Dio un paso adelante, le agarró del pelo con una mano y le alzó la cara, mirándole a los ojos con una mezcla de desprecio, deseo y algo más primitivo.
    
    —Más te vale que no me vuelvas a parar —gruñó, su voz áspera como grava—. Porque la próxima vez no te echo del camión… te dejo con ...
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