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El Precio de un Deseo - Parte 2
Fecha: 22/10/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: PamelaHot, Fuente: TodoRelatos
... de Lucía, masajeándolos con fuerza. —Ven con ella —ordenó—. Quiero verte perder el control. El orgasmo de Roberto fue un espectáculo de gruñidos y temblores, su cuerpo arqueándose mientras derramaba su semilla en lo más profundo de Lucía. Elena lo observó todo con ojos hambrientos, su propia mano trabajando frenéticamente entre sus piernas. Cuando terminó, Roberto se retiró, revelando cómo su esencia ya comenzaba a gotear. Elena no perdió tiempo, recogiendo el líquido con dos dedos y llevándoselo a la boca con un gemido de placer. —Perfecto —susurró—. Ahora descansa, Lucía. Mañana repetiremos. Y mientras desataban sus miembros entumecidos, Lucía supo que volvería. No por el dinero, no por la promesa de seguridad, sino por esto: el éxtasis de ser usada para el propósito más primitivo de todos. Cuatros horas después: La maleta abierta sobre la cama parecía un animal hambriento, devorando a puñados las pertenencias de Lucía. Blusas, pantalones, recuerdos insignificantes que ahora adquirían un valor desesperado. Sus manos temblaban al doblar cada prenda, los dedos torpes como si estuvieran saboteando su propia huida. —No puedo quedarme —murmuró para sí misma, como si necesitara escuchar las palabras en voz alta para creerlas—. Esto no está bien. Pero el eco de su voz sonaba falsa incluso en sus propios oídos. Porque sabía, en algún lugar profundo y vergonzoso de su ser, que lo que no estaba bien era cuánto anhelaba volver a esa casa, a esas manos, a esa ...
... boca. El timbre sonó justo cuando cerraba la cremallera de la maleta. Un sonido agudo, intrusivo, que le heló la sangre. —Lucía. —La voz de Roberto a través de la puerta era como un latigazo—. Sé que estás ahí. Ella contuvo el aliento, como si con silencio pudiera volverse invisible. Las persianas estaban bajadas, las luces apagadas. Tal vez si no respondía, él pensaría que no estaba... —Abre la puerta, princesa. —Esta vez el tono era más bajo, más peligroso—. Antes de que la rompa. Lucía tragó saliva. Lo conocía lo suficiente para saber que no era una amenaza vacía. La cerradura cedió con un clic que le resonó en los huesos. Roberto estaba allí, vestido de negro, el cabello revuelto como si se hubiera pasado las manos incontables veces. Olía a whisky y a ira contenida. —¿Adónde crees que vas? —preguntó, entrando sin invitación, su mirada recorriendo la maleta con desprecio. —Lejos de aquí —logró decir Lucía, retrocediendo—. De ti. De todo esto. Roberto cerró la puerta de una patada. El sonido hizo que Lucía saltara. —Mentira —avanzó hacia ella, cada paso calculado—. No quieres irte. —¡No sabes lo que quiero! —esta vez fue un grito, cargado de dos semanas de confusión y culpa. Roberto se rió, un sonido seco y sin humor. —Lo sé mejor que tú —agarró su muñeca con una fuerza que haría moretón, tirando de ella hasta el centro de la habitación—. Porque cada vez que te corro, mojas como una putita en celo. Lucía intentó liberarse, pero su ...